Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 14,23-29: “No nos inquietemos ni tengamos miedo”.

Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.” Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.

 No nos inquietemos ni tengamos miedo

Jesús, en la Ultima Cena, nos está dejando su Testamento por medio de los Apóstoles; son las últimas recomendaciones: “el que me ama debe ser fiel a su palabra” porque si es fiel a la palabra, el Padre también lo amará y estará presente.

Esto es algo que muchas veces no pensamos; cuando recibimos a Jesús estamos recibiendo al Padre y al Espíritu Santo; entramos en la Comunión con la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una misma realidad, distintas misiones, distintas manifestaciones, tres personas pero un solo Dios verdadero.

Esta in-habitación -este “entrar dentro”, ser invitado- es porque nosotros también tenemos un llamado a una vida trinitaria; entramos en una verdadera comunión. Esa comunión que nos hace entrar en comunión con todos los demás; esa sinodalidad que hoy está fuertemente expresada en el caminar juntos. Caminaremos juntos en la medida que Dios esté presente en cada uno de nosotros.

Es muy importante abrirnos a la presencia de Dios. Recibir la Palabra, guardarla, revestirse de Ella. Tener  criterios, no sólo individuales, personales, institucionales, y que estén presentes en todos los ámbitos de nuestra vida social, nuestra vida eclesial.

Así la fuerza del Paráclito -el Espíritu Santo- nos va a enseñar pero nos va a recordar todo lo que Jesús hizo y dijo para nosotros. De esa forma se avivará el Espíritu en nosotros, por eso estamos adorando al DIOS VIVO, no al muerto; al que está PRESENTE, al que ha TRIUNFADO, al que ha VENCIDO al pecado y la muerte, ¡no al vencido! Él es quien ha vencido al pecado y la muerte. No nos inquietemos, no tengamos miedo, pero alegrémonos porque tenemos el amor en Él, tenemos la seguridad y la certeza que Él está en medio de nosotros.

En estos tiempos difíciles, en este mundo tan complejo, tan perplejo, donde pareciera que todo se viene abajo, se derrumba o se destruye, confiemos en el Señor que nos asegura su presencia, su fuerza y su amor.

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