Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Juan 20,19-23 – ciclo A: “Volver a tener el espíritu de Dios”

Al atardecer del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

 

 

“Volver a tener el espíritu de Dios”
La Palabra de Dios nos muestra que Cristo ha resucitado y que deja el Espíritu Santo a los Apóstoles, a los discípulos, y en ellos a toda la Iglesia. Cristo tiene una misión, viene para hacer la voluntad del Padre y se ofrece por nosotros en el sacrificio único, en la muerte en la cruz, resucita y con el Padre nos envía su Espíritu.

 

Es el Espíritu que también tiene una misión: santificarnos, animarnos, darnos fuerza, entusiasmarnos, darnos alegría, darnos paz, trabajar por la unidad de todos los hombres en la Iglesia y en el mundo. El Espíritu Santo estará con nosotros hasta el final de los tiempos.

 

En primer lugar no hay que tener miedo porque el miedo paraliza; miedo a sufrir, miedo a “quemarse”, miedo a que se burlen de uno, miedo a “pasarla mal”, miedo a ser ignorado, criticado, burlado o perseguido. ¡No tener miedo!

 

En segundo lugar saber que Dios nos da la paz y con ella nos da la fuerza; Él está con nosotros, tiene que estar en nosotros; esa paz nos anima a dar testimonio y anunciarlo a los demás.

 

Después, el Espíritu Santo -guiado por el Padre y por Cristo- nos envía a nosotros también cuando nos dice “vayan y anuncien”, a anunciar a los demás. Saber que la fe y el creer no es un derecho de propiedad privada donde uno lo guarda para sí, no; uno lo recibe, lo encarna, está presente, pero inmediatamente tiene que llevarlo a los demás, tiene que anunciarlo a los demás.

 

 

Cristo deja a los Apóstoles la gracia del perdón; ellos pueden perdonar y absolver pero también pueden no perdonar ni absolver; en ese momento, en el sacerdote o el obispo, es Cristo mismo quien ejerce su misericordia y su bondad.

 

El mundo está envejecido, los hombres caminan casi sin esperanza, los vínculos se van resquebrajando cada vez más, la indiferencia está tomando dimensiones tremendas en la sociedad y en la familia. Necesitamos volver a tener el Espíritu de Dios. En este Pentecostés recibamos la fuerza del Espíritu, para poder vivir una vida nueva y anunciarla a los demás.

¡Feliz Fiesta de Pentecostés!

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