Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Lucas 13,22-30: “No tenemos el monopolio del Evangelio”.

Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?». El respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’. Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’. Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

 

 

“No tenemos el monopolio del Evangelio”

Se trata de la pertenencia al Reino, de la pertenencia a la Iglesia. Ciertamente el misterio de Cristo, el misterio de Dios, el misterio de la Iglesia, el misterio del hombre, están como conectados, hilvanados, por un mismo hilo conductor: el Espíritu Santo. Él teje la trama de la historia de la humanidad y nos va haciendo -a todos- Iglesia, siendo distintos; de distintos continentes, distintas realidades, distintos rostros, distintos colores, distintas culturas, pero siempre estamos unidos en algo superior y más profundo: la fe. La fe que se impregna en las culturas, porque no se reduce a una sola cultura.

 

Es importante saber que la Iglesia es el Pueblo de Dios, es decir somos todos nosotros; Iglesia no son solamente los obispos, los sacerdotes, las religiosas, los religiosos o los laicos, no. Somos una familia que estamos unidos, reunidos y convocados por la gracia de Dios por medio del Espíritu Santo.

 

Esta pertenencia no es solamente una pertenencia material, tiene que ser cualitativa. Observemos este relato del Evangelio: «-pero Señor yo te conozco», «-no, no los conozco», «-pero yo estuve al lado tuyo», «-sí, pero no los conozco, apártense de mi todos los que hacen el mal»; o cuando en la actualidad escuchamos: «-mire que yo fui monaguillo», «-sí, ¿pero qué hiciste después?, fuiste monaguillo y después ¿qué pasó?, ¿dónde olvidaste los valores?, ¿en qué esquina los olvidaste?, ¿en qué plaza los dejaste de lado?, ¿dónde te olvidaste del Señor?»

 

Como vemos, la cercanía no es por haber hecho algo, sino que es una adhesión vital, de fidelidad, de relación, de pertenencia, de convicción y de un seguimiento, en este presente, en la presencia de Dios. ¡Cuidado! No tenemos el monopolio del Evangelio. ¡Cuidado! No nos creamos salvados. Siempre hay que seguir escuchando bien para poder responder bien. Y que nunca nos encontremos con la sorpresa: «no sé de donde son ustedes»; y recordemos que «hay últimos que son primeros y primeros que son últimos»

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