Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Lucas 10, 38-42 : «Contemplativos si, caritativos también».

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude». Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».

 
Contemplativos si, caritativos también
Nosotros vemos que en un momento, y de un modo tradicional, distinguíamos a MARTA como la mujer que tenía la actividad y MARIA era la mujer contemplativa. Y yo creo que ambas mujeres son parte de una realidad: se puede y se debe ser contemplativo, pero se debe tener una actitud de acogida, de hospitalidad, de apertura, de caridad para con los demás.

 

Esa caridad, ese servicio a aquel que viene, aquel que es necesitado, tiene que estar sostenido por la escucha, por la contemplación, por la presencia de Dios; por lo tanto no hay que separar sino más bien unir.

 

¿Qué tenemos que entender en este Evangelio? En primer lugar, el Señor viene a visitarnos; en segundo lugar, uno tiene que escucharlo -se lo escucha no simplemente se lo oye- porque escuchar es poner mayor atención, es ponerse frente al otro y dejar que el otro hable y que uno lo escuche; es una actitud de objetividad, de respeto, de cariño. A veces escuchamos poco porque ¡cuántas veces interrumpimos una conversación porque, ciertamente, no estamos escuchando! Escuchar es una actitud muy humana y muy cristiana. En este sentido nos falta  mucho.

 

Luego está el discípulo, como Maria sentada a los pies del Señor, que escuchaba su Palabra. También está la otra actitud: la respuesta, el servicio, la hospitalidad. Y esa Palabra que uno escucha tiene que trasuntarse en obras. La Palabra que penetra en nuestro corazón, en nuestros labios, la verdad que eso significa, nos hace poner por obra y nos hace responder. Muchas veces, en nuestra vida, damos cosas pero no damos ni el corazón, ni la mente, ni la propia vida. A veces, el dar cosas es una excusa para sacarse al otro de encima.

 

Pidamos al Señor tener esta capacidad de discípulos, de escucha; que tengamos también esta  capacidad de respuesta, de hospitalidad, de acogida, de servicio. Así viviremos con mayor plenitud, con mayor verdad.

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