Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 10,27-30: Responder al llamado de forma responsable.

Dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y Yo somos una sola cosa.»

 

Responder al llamado de forma responsable
El diálogo entre el pastor y las ovejas: la voz de aquél que llama y la respuesta. Es necesario escuchar bien para poder responder bien. Y es necesario por las necesidades que el Señor nos expresa. Él quiere ser conocido, quiere estar en el corazón de los hombres, en el corazón de las familias, en el corazón de la sociedad y del mundo; quiere estar y está en la Iglesia.

 

Pero es importante saber que Él nos llama para que muchos, pero muchos, lo podamos seguir. Y el  seguir no es solamente un día. El seguir es estar atentos, despiertos, vigilantes, perseverantes y si fuera necesario: dar la vida por el Señor.

 

¡Cuántos cristianos en el mundo han sufrido el martirio por llevar el nombre de cristianos! ¡Cuánta gente ha sido sacrificada -en distintos momentos de la historia de la humanidad- por ser cristiana! ¡No lo olvidemos jamás! Él es quien nos da la Vida Eterna. Él también aceptó ser entregado y crucificado. Él podría haber hecho lo contrario.

 

Él, siendo omnipotente, se sometió libremente a la omnipotencia del mundo. Recordemos aquellas palabras, «¡crucifíquenlo, crucifíquenlo!» y el Señor todavía dijo «Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.»

 

El sacrificio, la injusticia, las mentiras, los lobbies, las manipulaciones, en el amor y en el perdón de Dios. Que Dios nos perdone a todos y nos ame a todos. Él siempre estará con nosotros. «El Padre y yo somos una misma realidad».

 

A los queridos jóvenes: escuchen el llamado de Dios, de la sociedad y de la Iglesia. ¡Cuántas esclavitudes despóticas están instaladas en nuestro mundo y en nuestra sociedad! ¡Cuánta superficialidad! ¡Cuánto consumismo! ¡Cuánto alcohol! ¡Cuánta droga! ¡Cuánta destrucción! ¡Cuánta violencia! ¡Cuánta inseguridad! ¡Cuánta falta de trabajo, debilitando la cultura del trabajo!

 

Que este sacrificio de Cristo, y este llamado del Buen Pastor, nos haga salir de nuestras tumbas, de nuestros sepulcros y de nuestras esclavitudes, para ir a la vida; a la vida de Dios y a la vida de nuestros hermanos.

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