Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 24, 1-12: Pascua: obrar en el mismo sentido de la Resurrección

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día»». Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.

 

Pascua: obrar en el mismo sentido de la Resurrección
Hay momentos que superan toda nuestra imaginación; todos nuestros razonamientos se acaban, concluyen, porque son finitos, son cortos. La presencia del Señor, de Cristo, rompe nuestra imaginación y supera nuestro pensamiento.

 

Es Él -enviado por el Padre, el Verbo que se hizo carne en el seno de María Virgen, el verdadero Dios y verdadero Hombre- que viene a cumplir con la misión, viene a salvar la humanidad. Le  devuelve la dignidad perdida.

 

Rompe toda esclavitud, toda mentira, toda falsedad. Quita el odio, lo negativo, la muerte, la violencia, la discriminación, los males, los egoísmos. Viene a quitar todo eso para que nada haga fea la imagen humana de la persona.Por eso, si creemos, debemos obrar en el mismo sentido de la Resurrección: vivir como discípulos, como testigos y como resucitados.

 

Esto hay que encarnarlo, vivirlo, profesarlo y mostrarlo. El creyente, el que cree en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, tiene una vida profunda, una vida nueva; saca todo «olor» de pecado y es enviado a testimoniar delante del mundo que Él está vivo, que nos obtuvo la salvación y que nos invita a salir. Salir de nuestros egoísmos, de nuestras miserias, de nuestras desconfianzas, para poder brindarnos y entregarnos a Dios, a la Iglesia, a los demás.Cristo Resucitado nos da una vida nueva. Que lo podamos entender, que lo podamos creer y que lo podamos transmitir a los demás. ¡Vivamos como resucitados!

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