Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Marcos 13,24-32: Estamos llamados a humanizar el mundo.

Jesús dijo a sus discípulos: «En aquellos días el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.»

 

Estamos llamados a humanizar el mundo
Estamos hablando, en la Iglesia, de lo que es la escatología: los últimos tiempos. Con la Resurrección de Jesús, el mundo y la historia han entrado en una etapa final. Con Cristo, el Resucitado, se ha presentado la plenitud de los tiempos, las promesas se han cumplido y somos invitados a un cielo nuevo y una tierra nueva que ya está inaugurada.

 

 

Cristo es el nuevo Adán; el que salva, el que redime y que repercute en las personas, en los pueblos, en la historia, en la creación, en el mundo entero. Cristo es la palabra definitiva en nosotros y ya se ha depositado el Espíritu, que es el germen de las realidades futuras.

 

 

Nosotros somos el hombre del futuro, no «que espera el futuro» -que le será dado después de la muerte- sino el hombre que construye hoy su futuro, porque ya «las cosas son nuevas». El hombre no espera el futuro de brazos cruzados, al contrario: esa transformación, esa espera, nos compromete más en el presente por medio del trabajo, de la oración, del sacrificio; cada vez más estamos llamados a humanizar este mundo, a evolucionar y no, como parece, a involucionar.

 

Pensamos en el futuro pero nos preparamos convenientemente en este presente. Su Palabra es definitiva y en Él encontramos nuestras definitividades. Que Él nos bendiga y que esté presente para vivir un cielo nuevo y una tierra nueva.

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