Reflexiones de Monseñor Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 6, 60-69 (ciclo B): «La fe y la vida son inseparables».

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

La fe y la vida son inseparables
Queridos hermanos, este Evangelio nos habla sobre la importancia de, en algún momento de nuestra vida, hacernos aquellas grandes preguntas porque es muy triste cuando uno vive «porque el aire es gratis», o cuando uno vive durando, o cuando uno vive sólo consumiendo, o cuando uno vive con su espíritu y su corazón puesto en cosas que son caducas, cosas que son pequeñas, en cosas materiales y que nunca van a llenar el corazón del hombre.

Por eso es importante levantar la mirada, saber que participamos del Misterio de Dios siendo también un misterio. Y saber que nosotros vivimos no reducidos a este hoy y nada más, sino que siempre tenemos una relación, un vínculo, con sentido de trascendencia. Como decía el querido Beato Papa Juan Pablo II que el hombre, cuando se abre a Dios, se explica a sí mismo; cuando uno se abre a la trascendencia empieza a entenderse y empieza a entender a los demás.

Es el espíritu el que da vida y la carne de nada sirve. Por eso las palabras que Jesús nos dice «son espíritu y vida», de allí la importancia de vivir de la fe. Tenemos que considerar a la fe como un verdadero conocimiento. No compite con la ciencia. No compite con lo experimental. No compite con las ciencias auxiliares. Ciertamente la fe es un conocimiento superior; sublime, es invisible pero es lo más real, lo más presencial y es también lo más concreto.

La fe no es abstracta porque pareciera que lo abstracto es aquello que no se toca, aquello no se ve, no. La fe se percibe. La fe incide en nuestros comportamientos, en nuestras familias, en nuestro modo de obrar: cómo actuamos, cómo nos comportamos, cómo nos conducimos. La  fe  y la vida son inseparables. Cada uno tiene una motivación propia pero nos son escindibles o divididas o separadas. No. La fe incide en la vida y la vida está sostenida e iluminada por la fe.

La pregunta que nos  tenemos que hacer es: «¿creemos en serio?», porque quizá nuestra adhesión a Cristo y a la Iglesia está a apoyada en tradiciones, en costumbres, en cosas que uno hace pero que en el fondo no son vitales. Tenemos que volver a descubrir y renovar nuestra fe.

El Papa nos invita en este Año de la Fe, a vivir en serio nuestra fe, a renovarnos, a fortalecernos, a una fe que tiene que ser profesada, celebrada, vivida y rezada. Tenemos que internalizar estas cosas en nuestra vida. ¿Somos creyentes? Comprometámonos. Tenemos fe, sigamos al Señor. Somos discípulos, escuchemos bien para responder mejor. Demos testimonio, superemos la adversidad, superemos lo malo, las «pálidas» que uno pueda encontrar en el camino: el individualismo, el pecado, aquello que nos fragmenta, nos destruye, nos relativiza, nos da superficialidad.

«¿Ustedes también se quieren ir?», pregunta Jesús a los Apóstoles; «¡a dónde iremos Señor, si Tú tienes palabra de vida eterna!», responden ellos. Escuchemos a Jesús y Dios quiera que podamos responder como Pedro. Que esta respuesta sea coherente en nuestra vida, en nuestras actitudes y en nuestros comportamientos.

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