Reflexiones de Monseñor Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 3, 14-21 (ciclo B): «Perseverar, ser fiel, vivir en la verdad».

Dijo Jesús: «de la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios».

Perseverar, ser fiel, vivir en la verdad
La Palabra del Señor, sobre todo el Evangelio de San Juan, es tan clara que nos habla de la luz, de la verdad, nos dice que Jesucristo nos trae la vida eterna; pero no sólo la vida eterna sino que además nos permite participar de la Vida Divina aquí y ahora, ¡desde ahora!

No sólo nos va a traer la vida eterna en el futuro, sino que nos permite participar. ¡Dios nos hace partícipes! Nos hace partícipes a través de la creación, de la vida, de nuestra existencia y nos hace partícipes de su divinidad a través del bautismo. Cuando Dios nos bendijo, en el bautismo, nos hizo santos y nos incorporó al Pueblo Santo de Dios. Nos dio una bendición extraordinaria y esto es importante porque el Padre Dios nos dio a su Hijo, y significa, por parte del Padre, de una extraordinaria pasión por el hombre. Envía a su propio Hijo para que el hombre se salve, crea en Él.

Creer, afirmarse en Él, perseverar, ser fiel, vivir en la verdad, vivir en la luz, recibir siempre la fuerza de su Palabra, alimentar esa amistad con el Señor, son todos trabajos espirituales que tenemos que realizar. En algunas partes se perdió la «cultura del trabajo» y a veces en la Iglesia se perdió la «cultura del trabajo espiritual».

Tenemos que buscar de nuevo en la obediencia, buscar y trabajar de nuevo en la interioridad, con la oración, con la unión mística con Jesucristo, con el amor a la Iglesia. Tenemos que trabajar sobre las virtudes humanas y cristianas que nos pueden faltar. La humildad en contra del orgullo; la fortaleza frente al desánimo; la justicia para el reconocimiento y el respeto para con nuestros hermanos.

Tenemos que trabajar por el bien común, para que haya valores sociales de fidelidad, de responsabilidad y de administración. Porque cada uno que ha recibido algo, un encargo, en la sociedad, tendrá que dar cuentas porque es administrador y no propietario. Y así en todos los ámbitos a nivel social, a nivel de gobierno, a nivel institucional; todos nosotros somos administradores y tenemos que estar prontos a rendir cuentas.

Queridos hermanos, cuando uno está en la luz ve más y también se reviste de las obras de la luz; pero cuando uno no está en la luz, cuando se aleja de ella, pierde estabilidad y se desorienta, pierde equilibrio. Es así que los vínculos empiezan a trastabillar y desdibujarse con respecto a Dios, a la naturaleza, con las personas, con la familia.

En esta Cuaresma, le pedimos al Señor que tengamos interés de saber que Dios tiene misericordia para con nosotros, que nos llama a esta amistad con Él. Y desde la Iglesia tenemos recursos: la Palabra de Dios; una buena confesión sacramental ante un sacerdote para que Cristo nos absuelva de nuestros pecados; el propósito de corrección y de enmienda, como se decía antes; el fortalecimiento de la obediencia y del trabajo para permanecer en el bien y perseverar en él; el empeño, el compromiso, el involucrarnos, el hacernos responsables, el trabajar con entusiasmo, con ganas y no vivir como derrotados, no vivir resentidos ni amargados, y no vivir como personas que no tienen esperanza.

Que la Cuaresma nos de fuerzas para vivir con el entusiasmo que nos da la luz de la fe, que nos da la fuerza de la esperanza y nos da la motivación de la caridad. Al decir de Santa Teresa, este momento no es tiempo de hacerse ver como imperfectos; es un tiempo para mostrarse como fuertes discípulos y testigos en el Señor.

Que Dios nos ayude, que Santa Teresa nos de fuerzas para tener pasión por la Iglesia y que San José nos ayude a vivir como justos en la fe y por la fe vivir más en justicia.

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