Reflexiones de Monseñor Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 2, 16-21: «Vocación a la Verdad y el Bien Común».

Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción.

Vocación a la Verdad y el Bien Común
El nombre de Jesús quiere decir «Dios salva», tal como Dios le propuso a la Virgen a través del Arcángel Gabriel. Es así como se fue preparando, gestando, la cercanía definitiva de Dios en Jesús, el verdadero Dios y verdadero Hombre.

Habiendo Dios elegido a esta mujer, por Jesucristo la Virgen María es constituida Madre de Dios y también es Madre de los hombres, Madre nuestra. Por eso es importante que sepamos recurrir a Ella, y entendiendo cómo Ella ha vivido, qué cosas le queremos pedir y, como los pastores y los ángeles, ir a adorar al Niño, adorar al Señor. «Todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores».

El Santo Padre envía un mensaje de paz a todos los hombres de buena voluntad, para volver a mirar al mundo en la verdad y no dejarse abatir por las tribulaciones e invita a todos, especialmente a los jóvenes, a mantener viva la confianza; a buscar la verdad; a defender el bien común. El hombre que no busca la verdad es una persona extraviada. El hombre que no vive buscando el bien común es un perfecto egoísta e individualista. Nosotros sabemos que tenemos esa vocación a la verdad y al bien común.

El mensaje de Benedicto XVI, que nos dice «educar a los jóvenes en la justicia y la paz», habla a los referentes más directos. En primer lugar a la familia, a los padres, quienes son los primeros responsables de mantener vivo los valores en sus hijos y los anima a que no tengan miedo, a que no pierdan su lugar, a que estén siempre presentes.

En segundo término se dirige a los educadores, los responsables de transmitir las verdades entrañables en la persona humana. En tercer lugar habla a los políticos, para que de alguna manera enaltezcan la política para que esté conforme y en convergencia a la verdad y el bien común; superando intereses mezquinos, ideológicos y particulares.

También habla a los medios de comunicación social, a esta difusión masiva, que puede ser muy positiva pero también puede ser nefasta negativamente y luego a los se refiere jóvenes. Por eso es que debemos darnos cuenta que todos nosotros nos dirigimos hacia la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la paz.

Así como se recuerda que «María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón», también nosotros tenemos que acuñar en nuestra vida, para que estos valores prevalezcan y no desaparezcan de nuestro horizonte, de nuestro panorama, de nuestra responsabilidad y de nuestro futuro. Recordemos a Juan XXIII quien decía que hay cuatro pilares de la paz: la verdad, la justicia, el amor y la libertad; y ninguna de ellas puede ser adulteradas.

Pidamos trabajar, formarnos, perseverar en el bien y tener confianza para hacer un mundo más presente y consolidar así un futuro mejor para los que nos han de seguir.

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