Germania de Gabriela Ini

Fui interpelado por el fascismo desde que nací. Me acunaron las historias del horror. Fueron las dos guerras mundiales las que se cruzaron en mi familia. La tragedia era el relato, de casi todos los días. La barbarie fue la causa por la que mi familia materna y paterna emigró desde su Italia. Las historias que me contaban o escuchaba siempre comenzaban con “En tiempo de guerra…´´

La poesía es el decir del sentimiento. La palabra escrita con el corazón es poesía. Así lo veo y lo siento. Ese espacio que no se dice entre verso y verso, muchas veces es lo principal, del poema. La tensión de un verso, se mide en sus silencios. La luz que ilumina la poesía, es lo que no dice Gabriela Ini, mientras cuenta e interpela al lector. Y nosotros, los otros, simples espectadores de una tragedia escrita. Germania, ese poema relatado en siete partes, dice que el horror está escrito de antemano y en una flor. La poeta, militante de los sentidos, habla desde el lugar, donde la mirada ve y reconoce. El que quiera ver que vea, el que quiera oír que oiga. El amor y el espanto, subyacen en cada línea escrita y nos deja desamparados, en el salto, en el horror de saber que la caída estaba escrita, el destino barajó una y otra vez. La solución final es color azul Prusia. De tan verde parece azul, y detrás del azul está escondida Germania. En el bosque, en las praderas, en los seis millones de muertos, en las cámaras de gas, que vuelven en cada flor de Aciano, como fantasmas, como perras violadas. Una Germania que se muerde la cola. Cada Inquisidor, cada Misógino, cada Violador, cada Negacionista, cada Pueblo Opresor de otro, cada Imperialismo, llevan en su solapa una hermosa flor de Aciano, como la que nace en Germania. Es un libro que alguien debía escribir, pero así, desde la poesía. Es casi un deber leer a Germania, para no olvidar que lo hermoso de una flor, encierra toda la tragedia de la humanidad, en especial de aquella humanidad que se viste de azul Prusia y conversa día a día sobre soluciones finales.

Marcos Magneschi