Personajes de la Avellaneda gaucha

Escribe Antonio J. González

El pueblo de Barracas al Sud era un territorio gaucho. Reunía realidades que daban al lugar todas las características de un poblado donde los hábitos y la cultura gauchesca dominaban cada uno de sus rincones. Con la presencia de los saladeros primitivos, las calles surcadas por carretas y chatas cadeneras, las tropillas de hacienda, los antiguos almacenes de ramos generales y el espacio más bullanguero de las pulperías, además de los ranchos y el pobrerío, la pampa moría lentamente en la región y la omnipresencia de los espacios naturales, los montes, la fauna y la flora advertía que la naturaleza era todavía dueña de la escena.

“…nunca falta, de la tropa asustadiza, un novillo guampudo que se corta con el consiguiente alboroto entre las gentes que transita por las calles”, afirmaba Amaro Giura. Estaba todo, no falta nada. Era natural entonces que estos ingredientes sólo formaran parte de usos y costumbres del gaucho, del trabajador rural, con todos los matices de su historia.

Giura fue un testigo y protagonista de la herencia cercana de esos tiempos. En su libro “Mi charla de fogón”, editado por la Subsecretaría de Cultura municipal en 1959, resume sus propias impresiones sobre aquella época, y en sus páginas relata sencillamente “los conocimientos adquiridos en los muchos años vividos y trajinados por las calles de nuestro pueblo, en compañía de viejos gauchos o de reseros…” como explica en sus primeras líneas.

De su relato extraemos personas y personajes que dan color y sabor a esos tiempos.

Uno de esos grupos humanos eran los vascos. “Las calles Mitre y Pavón se iban poblando de negocios –cuenta- los vascos los habían copado con la diversidad de comercios… los que más abundaban eran las fondas de los vascos. Eran como son hoy los clubes de barrios y las sociedades de fomento… Allí se trataban negocios, se realizaban bautismos, casamientos, funerales… Dicen que Sarmiento, cuando era Presidente, sabía venir a la fonda de Barracas a comer morcillas…”

Anota la llegada del Don Cirilo Montes de Oca con su numerosa familia de hijos a “los bajos” de la costa de Domínico, “legión de ombúes, laguna o cañadón, donde las aves bajaban a hacer sus nidos y los pájaros a orquestar sus músicas de cantos y trinos, moradas de gauchos y domadores”. Allí levantó su rancho, en las cercanías del actual recreo del Racing Club. También por esa época, entre los descendientes de un corralonero de carros en la calle Arenales estaba Aurelio Hornos con un ojo inhabilitado. Los paisanos se divertían en los corredores y boliches de la ciudad con la confusión –intencionada o no- con otro tuerto también famoso en la zona, el Aurelio Rodín.

Por esos años este territorio estaba poblado, en gran medida, por familias compradoras de hacienda, terratenientes, reseros, trabajadores de cuchillo, relacionados por eso a las actividades productivas, comerciales y camperas del lugar. En el seno de ellas había desde soldados de la Independencia –como José María Rojas- hasta Juana San Martín, descendiente directa del General que se casó con Antonio Cabo arraigado en estos pagos. Entre ellas estaba la familia Barceló que eran “mayorales de la vieja diligencia que hacia su recorrido de los pagos de la Magdalena hasta Barracas al Sud” y ascendientes de los que dieron su apellido a muchos años controvertidos de la ciudad.

Era también campo propicio para los payadores, verdaderos animadores de reuniones, casamientos y fiestas populares, como también las tradicionales ruedas en las pulperías, almacenes y fondas. Describe Giura la improvisación que hizo Benito Cerrudo en el casorio de la Gertrudis Hernández, rodeado de asado con cuero, empanadas y tortas fritas. “Que me perdonen los novios / yo no soy el cooperante / ha sido el amigo Giura / me ha pedido que le cante / Viva la novia y el novio / que han unido sus destinos / y que tengan muchos hijos / todos ellos argentinos”, comenzó Cerrudo. En el final, le pasó factura a Don Amaro: “Y ahí tiene el amigo Giura / ya he hecho lo que me ha mandao / pa que no quede diciendo / canto mal y tan rogao”.

ajgpaloma@hotmail.com

noticias relacionadas