Padre Marcelo Achával: “Cuando Dios llama, te enamora”

El actual responsable del Introductorio San José de Villa Domínico tenía su vida encaminada como profesional de la medicina y de pronto escuchó el llamado que lo convirtió un instrumento de Dios.

Proveniente de una familia católica, en la que siempre se rezaba y donde la fe se vivía como algo cotidiano, Marcelo Achával tuvo siempre la inquietud de ser sacerdote, desde muy joven, pero por esas cosas de la vida, su ordenación le llegó de grande.

“Cuando salí del colegio secundario pensaba qué iba a estudiar, y me gustó la medicina. Hice la facultad en la UBA y en el interín, alguna vez se me ocurrió preguntarme: ¿Dios no querrá que sea sacerdote? En ese momento, me pareció que no. A mí me gustan las mujeres, quiero tener mi familia. Cómo Dios me va a pedir que renuncie a todo eso que yo quiero tanto, me decía. Así que seguí adelante con mi vida. Me ponía de novio y varias veces dije: con esta me caso. Me parece que hay un tiempo para cada cosa. Y Dios siempre nos espera”, confiesa el Padre Achával, en la recepción del Introductorio San José, donde actualmente acompaña a los jóvenes que desean iniciar su mismo camino.

El Padre Achával terminó la facultad y empezó su residencia en pediatría, en el Hospital Británico; y mientras tanto, trabajaba en el Poder Judicial y daba clases de inglés. Por entonces estaba muy activo. Hacía deportes, andaba a caballo y jugaba al rugby. Siempre, rodeado de un grupo grande de amigos.

“En el medio de todo eso, hice varios retiros. Una vez fui a un monasterio… Fue como que la búsqueda siempre estuvo. Pero seguí mi carrera y la verdad es que me iba muy bien. Después entré en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, en la especialidad de endoscopía infantil, como neumonólogo. Y me fui un año a Europa, a trabajar seis meses a un hospital en España y otros seis meses en otro hospital, en Inglaterra”, recordó Marcelo, de 48 años, quien se inició formalmente en el camino del sacerdocio poco después de los 30.

El cura comentó que tenía un amigo sacerdote – el Padre Esteban Casella – al que le iba planteando sus dudas. “Charlaba siempre de esta inquietud con él y antes de ese viaje me dijo: aprovechá que te vas lejos, para tener un poco más de perspectiva, para ver qué es lo que Dios te pide. Y a mi regreso, empezamos un proceso de discernimiento más estrecho”, señaló.

“En el año 98, en la fiesta de la Virgen de Luján, me di cuenta que sí. Y cuando tomé la decisión era una alegría bárbara y ya quería empezar, pero eso fue en mayo y el seminario empezaba recién en diciembre”, prosiguió el Padre.

Por entonces, Marcelo tenía un consultorio con mucha gente, dos trabajos distintos, en distintos lugares y hacía 10 años que vivía en un departamento solo. “Eran muchas cosas para arreglar. Así que me fui aguantando todo ese año, preparando todas las cosas, despidiéndome de todos los pacientes y explicando lo poco que podía explicar, porque no era una situación muy lógica”, admitió el sacerdote.
Ya en plena formación, durante la cursada en la Facultad de Teología, donde se adaptó con cierta “dificultad” al pensamiento abstracto, Achával sintió que no podía avanzar, debido a una dura situación familiar, que lo afectó en lo personal. “En 2001 mi padre se enfermó y estuvo todo el año enfermo, así que fue un año muy complicado. Era médico, hijo y seminarista. Mi padre murió el 22 de noviembre, entonces, después de los exámenes, salí del seminario. Porque sentí que no estaba bien y que tenía cosas por resolver, antes de seguir”.

Marcelo volvió – fugazmente – a su vida anterior, aunque no tenía dudas de su verdadera vocación. Cuando las aguas se serenaron y volvió la calma, Achával decidió retomar su formación en la fe, pero en la Arquidiócesis de Buenos Aires le impidieron continuar.

“Entonces busqué en otra diócesis y Avellaneda era lo que más encajaba. En primer lugar, yo lo conocía al Obispo, Monseñor Frassia, porque lo había contactado en el año 2000, en un encuentro eucarístico en Córdoba. Además, los seminaristas de Avellaneda estudiaban en la misma facultad en la que yo había estudiado, allá en Villa Devoto. Y la tercera ventaja era que quedaba cerca de mi casa. Entonces, yo podía estar cerca de mi madre, que acababa de enviudar”, relató sonriente Achával.

Una vida pastoral
El Padre Marcelo Achával terminó sus estudios a finales de 2005 y, víctima de una enfermedad oncológica, fue reasignado por Monseñor Frassia a la Parroquia San Pedro Armengol de Gerli, donde convivió con el cura párroco Pablo Osow, mientras superaba el duro tratamiento de quimioterapia. Para Marcelo “fue un año especial, un año de enfermedad, de limitación, de internaciones… Y a la vez de iniciar la vida pastoral, de la vida en parroquia, con la gente, armando los grupos con los jóvenes”.

Ya a principios de 2007 lo ordenaron de Diácono, y en noviembre de ese año, se convirtió en sacerdote. “De ahí, el Obispo me mandó a Nuestra Señora del Carmen, en Wilde. Estuve de Vicario allí dos años y después me nombró Párroco en Santa Rosa de Lima, también de Wilde, durante todo el año pasado. Finalmente, el Obispo me pidió que venga al Introductorio San José, para acompañar a los jóvenes que empiezan el camino del sacerdocio, y aquí estoy”, resumió orgulloso el sacerdote.

A lo largo de su recorrido, el camino que emprendió el Padre Marcelo Achával pareció un laberinto. Sin dudas, su vocación es un gran ejemplo para sus discípulos. Porque pese a las adversidades, atravesó cada etapa sin alejar la mirada de su objetivo.

“Yo lo que quería era hacer la voluntad de Dios. Pero durante mucho tiempo lo que quería era que la voluntad de Dios coincidiera con la mía. Y no es que me iba a ir mal si yo seguía con mi vida, sino que no iba a hacer lo que Dios había diseñado desde siempre para mí”, expresó con soltura.

“Creo que ese camino es el sacerdocio, con una familia mucho más grande de la que yo pensaba. Yo soy muy familiero y muy amiguero. El fondo es eso. Me parece que el camino del cristiano es lo que Dios quiere para cada uno, y porque Dios lo quiere, es lo mejor. Entonces la felicidad pasa por descubrir eso, qué es lo que nos pide a cada uno”, agregó.

En sus últimas reflexiones, el Padre Achával, que supo escuchar “el llamado” a tiempo, afirmó que “Dios hace las cosas a través de los hombres. En la medida en que haya hombres y mujeres dispuestos a ser instrumentos, como padres de familia, como profesores, como políticos, como obreros, como profesionales, como sacerdotes, como religiosas… Así Dios sigue teniendo lugar en el mundo y sigue creando y manifestándose. Pero necesita de nosotros”.
“Siempre les digo a los jóvenes que lo importante es buscar. Dios es amor y no juega a las escondidas. Se nos va revelando en la medida en que lo buscamos. Y cuando Dios llama, te enamora”, concluyó.

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