En Navidad, superar las diferencias y ponerse en actitud de adoración

“No nos llenemos de cosas pasajeras”, pidió el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, en su mensaje navideño. El prelado animó en este tiempo a “superar las diferencias” y ponernos en una actitud de “adoración, oración, gratitud y recibimiento”.

En un mensaje con motivo de la Navidad, el obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia, animó a “no llenarnos de cosas pasajeras” y “no perder la capacidad de adoración, de oración, de gratitud y de recibimiento”.

“Hoy todo nos parece imposible. Hoy pareciera que todo está perdido, que hay muchos que quieren desestabilizarnos y quitarnos la paz. El consumismo, la banalidad, la mentira, la corrupción, la no aceptación de la verdad, el no verdadero respeto del otro, siguen teniendo protagonismo en nuestra historia”, lamentó el prelado.

“Las diferencias –continuó- solo se logran superar viviendo en la comprensión del diálogo, en el respeto, en la justicia, en los derechos y en las obligaciones, que todos tenemos”. “No hay otro camino. Es necesario construir puentes de comunicación, de diálogo, como dice el papa Francisco”, exhortó.

“Hoy el hecho religioso, que incide en la conducta de las personas, se hace difícil por la cultura reinante, por lo líquido e inestable de toda valoración. Casi parece extraña la actitud de adoración”, manifestó. “Los pastores fueron a adorar al Niño en el pesebre. También nosotros estamos invitados a esta adoración”, señaló e indicó que esta adoración no nos deja paralizados, al contrario, “nos mueve hacia los demás” porque “la fe nos responsabiliza”.

Por eso, en esta Navidad, el prelado pidió: “No nos llenemos de cosas pasajeras. No confundamos las cosas. El Niño Dios ha sido dado en silencio y en silencio debe ser escuchado. No perdamos la capacidad de adoración, de oración, de gratitud y de recibimiento”. “Sólo Él puede cambiar nuestra pobre humanidad. No lo dejemos afuera de nuestra vida. Que entre, y que ocupe el lugar principal y veremos que nuestra vida será transformada”, concluyó.

 

Mensaje de monseñor Rubén Oscar Frassia,

obispo de Avellaneda-Lanús, para la Navidad 2017 

Nos reunimos para celebrar el acontecimiento más grande de toda la humanidad. Dios hecho hombre, en el seno virginal de María, nace entre nosotros. Este Dios que quiere estar definitivamente con nosotros, asume nuestra naturaleza humana en todo menos en el pecado. Este Niño nos trae la salvación. Nos da la luz que el hombre había perdido. Nos quita el pecado, nos saca de toda esclavitud, de todo atentado superficial que quiere impedir que los hombres vivan como hijos de Dios y hermanos entre sí. Se hace cercano, y nos trae nuevamente el amor, la justicia y la paz. Este misterio se lo puede recibir en la humildad de la fe. La eternidad se hace presente en el tiempo y la realidad histórica, de la humanidad, podrá entenderlo, acogerlo y vivirlo en la aceptación del lenguaje de su Amor.

Hoy todo nos parece imposible. Hoy pareciera que todo está perdido, que hay muchos que quieren desestabilizarnos y quitarnos la paz. El consumismo, la banalidad, la mentira, la corrupción, la no aceptación de la verdad, el no verdadero respeto del otro, siguen teniendo protagonismo en nuestra historia. Las diferencias solo se logran superar viviendo, en la comprensión del diálogo, en el respeto, en la justicia, en los derechos y en las obligaciones, que todos tenemos. No hay otro camino. Es necesario construir puentes de comunicación, de diálogo como dice el papa Francisco.

En el principio estaba el Verbo. Él existió siempre y ese Verbo se hace hombre, para la dignificación de todo hombre.

El Verbo se hace carne, en el seno de María, Hombre-Dios, una tremenda e inédita desproporción. Al encarnarse Dios la categoría del hombre se eleva a un precio insuperable; “si Dios se hace hombre, dice Ortega y Gasset, hombre es lo más que se puede ser”.

Y vino a habitar entre nosotros: humanidad reconocida y divinidad escondida. La fe y el amor realizan la humanidad, pero solo el Amor salvará al mundo.
Hoy el hecho religioso, que incide en la conducta de las personas, se hace difícil por la cultura reinante, por lo líquido e inestable de toda valoración. Casi parece extraña la actitud de adoración. Sólo a Dios se adora. Los pastores fueron a adorar al Niño en el pesebre, eso fueron a hacer. También nosotros estamos invitados a esta adoración. Al hombre, por su pesantez, le cuesta adorar. Pareciera ser menos hombre si se somete a Dios. Sin embargo la actitud más profunda del hombre es: saber relacionarse con su Dios. Afirmamos que el pueblo que adora ha llegado a su madurez.

Esta adoración no nos deja paralizados. Al contrario, nos mueve hacia los demás. Hacia nuestros prójimos, nuestros hermanos todos. Una vez más digo, que la fe nos responsabiliza. Debemos volver para anunciarlo. Para comunicar y para reconocer en el otro, a mí hermano. “Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído.” (Lc. 2, 20).

Nuestra mirada de fe nos orienta a percibir y reconocer la revelación. Los pastores lo recibieron, la gente sencilla también. Solo los que se creían poderosos y sabios lo consideraron como una amenaza, como un peligro, hasta como una insensatez.

¿Qué decides tu hermano, al regresar de Belén? ¿Qué postura tomarás ante este gran acontecimiento?
Solo el amor, nos transforma. Solo el amor, nos ilumina. Solo el amor nos saca de nuestros individualismos y de nuestras tinieblas.

Como dice, el querido Papa Francisco: “que en esta Navidad, no nos saquen a Jesús. No nos saquen al Niño Dios”.

No nos llenemos de cosas pasajeras. No confundamos las cosas. El Niño Dios ha sido dado en silencio y en silencio debe ser escuchado. No perdamos la capacidad de adoración, de oración, de gratitud y de recibimiento.

Sólo Él puede cambiar nuestra pobre humanidad. No lo dejemos afuera de nuestra vida. Que entre, y que ocupe el lugar principal y veremos que nuestra vida será transformada.

noticias relacionadas