Mons. Frassia: “Todos estamos invitados a la fiesta de la vida”

El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, presidió el 11 de febrero las fiestas patronales en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, de Lanús, donde recordó que “la vida es una fiesta”, porque “hemos recibido la vida como regalo de Dios y todos tenemos que estar agradecidos y tener la capacidad para celebrarla y celebrarla bien”.

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(AICA) El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, presidió el 11 de febrero las fiestas patronales en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, de Lanús, donde recordó que “la vida es una fiesta”, porque “hemos recibido la vida como regalo de Dios y todos tenemos que estar agradecidos y tener la capacidad para celebrarla y celebrarla bien” y aseguró que a esta fiesta “todos somos invitados: los que están cerca, los que están lejos, los que se fueron, los que no escuchan, los que están cerrados, los que ignoran, los que están mal, los que han perdido la esperanza”.

El prelado reconoció que la vida tiene dificultades “externas” e “internas”, y citó entre algunas de esas circunstancias: “Personas que se enferman, personas que ya no están; sufrimientos, traiciones, abandonos; gente que se enferma de la cabeza, gente que se separa de Dios y de los demás, gente que quiere vivir una vida encerrada en sí misma diciendo y pensando que no necesita de Dios ni de los demás. ¡Tremenda equivocación!”.

 

“¡Todos necesitamos de Dios y de la ayuda de los demás! Porque somos una familia y tenemos que volver a vivir la vida con alegría”, sostuvo.

 

Al reflexionar sobre el evangelio de las Bodas de Caná, monseñor Frassia invitó a pedirle a la Virgen de Lourdes que “le pida a Jesús, así como lo hizo una vez para transformar el agua en vino, que transforme los corazones humanos y que haga el milagro”.

 

“Le decimos ‘¡oh Señora, Virgen María, Inmaculada Concepción, Madre de Dios y Madre nuestra, te pedimos por la Iglesia, por nuestras comunidades; te pedimos por el mundo que está loco y que necesita de Dios; y que nosotros, metidos en el mundo y en la Iglesia, también necesitamos de Dios, tenemos que recuperar el entusiasmo, la generosidad, la disponibilidad, el sacrificio y la entrega por amor a Dios y a nuestros hermanos; el mundo encerrado en sí mismo, no va; te pedimos Madre de Dios que abras el corazón, nuestra mente y nuestras manos, para que podamos vivir y celebrar la alegría de la vida!’”, oró.

 

Asimismo, destacó que en esta fiesta “todos somos invitados: los que están cerca, los que están lejos, los que se fueron, los que no escuchan, los que están cerrados, los que ignoran, los que están mal, los que han perdido la esperanza y decimos ‘¡Madre, son tus hijos!, ¡somos tus hijos!’”.

 

“Te pedimos que nos alcances la misericordia de Dios. No es invento nuestro. Lo propio de Dios es su misericordia”, destacó y preguntó: “¿A dónde vamos a ir si tú Señor tienes palabra de vida eterna? ¿Quién nos va a responder, sino tú por medio de la fe, de la oración, de la gracia y de la perseverancia?”.

 

El obispo bonaerense insistió en pedirle a Dios, por medio de la Virgen, “poder experimentar esa alegría; porque hay mucha tristeza en el corazón de los hombres, que muchas veces será por los problemas pero otras tantas son inventadas por el pecado y el egoísmo. Y cuando uno peca y es egoísta pierde la alegría; porque esa alegría no se compra aunque algunos pretendan disfrazarla o maquillarla, pero no hay alegría”.

 

“Pedimos a Dios, por medio de la Virgen, la conversión; que nos dé a Cristo Eucaristía y que también nos dé prontitud y disponibilidad para estar atentos a los que sufren –quizás como nosotros, pero hay otros sufrimientos- y que necesitan de nuestra ayuda”, concluyó.

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