Los videocuentos de Sarah Mulligan: “Alta en el cielo”

“Alta en el cielo” es un cuento escrito e ilustrado por Sarah Mulligan. En este videocuento, producido íntegramente por la autora, se celebra el 20 de Junio, día de la bandera con personajes entrañables como el Señor Monumento y la Jirafa Twiga. También se aborda el tema del bullying, la inclusión y el sentido de pertenencia. Un cuento para chicos que los grandes también disfrutarán.

 

“Alta en el cielo”

Este es un cuento distinto. No es un cuento largo, como quien dice largo. Es, mejor dicho, un cuento alto.
Se trata de Twiga 1 , la jirafa más alta que el planeta tierra haya tenido alguna vez.

Apenas nació, hizo un revoltijo de patas pero enseguida logró pararse. Después tuvo que acomodar el cuello. Eso sí que fue más complicado. Se tambaleó hacia un lado, se tambaleó hacia el otro, como un reloj cucú pero al revés. Hizo esto varias veces. Al final, se enderezó.

Las hermanas miraban a Twiga desde abajo, con las patas torcidas y tembleques.
Twiga no era como las demás. El cuerpo era como el de cualquier jirafa bebé. Lo diferente era el cuello: ¡el doble más largo que el de sus hermanas! Para jugar tenía que agacharse muuuuuuuuucho. Primero intentó hacerse un nudo marinero pero no le gustó sentir ese nudo en la garganta. Por eso se decidió por un moñito. Era más decorativo que el nudo y le permitía escuchar lo que decían las demás.

Un problema importante fue almorzar. Las hojas de los árboles se le atragantaban. Así que tomó por costumbre desatarse el moño a la hora del sol. Se iba silbando bajito hasta donde crecía el Árbol Más Grande del África para no tener que inclinarse demasiado. Las hermanas se quedaban cuchicheando y la mamá se hacía la distraída porque, la verdad era que le daba un poco de vergüenza esa hija tan alta que tenía. Le preocupaba qué dirían de ella los otros animales de la selva. Cada mediodía, Twiga almorzaba muy sola y muy lejos.

Después, se hacía de nuevo el moño y volvía corriendo para jugar.
Pasó el tiempo, y las hermanas empezaron a charlar cosas de jirafas. Hablaban tan bajito que Twiga no escuchaba. A veces, se acostaba en el piso para entender lo que decían.

En ocasiones, las hermanas se reían y la miraban de reojo.
– ¿Qué pasa? Ustedes… ¿Ya no me quieren?
– Te queremos, pero… dijo una.

 

– Es que no estás a nuestra altura. Eso pasa- se apuró otra.
Dicho esto, las pequeñas jirafas se dieron vuelta y siguieron hablando en secreto.

Twiga empezó a quedarse cada vez más tiempo cerquita de su amigo, el Árbol Más Grande del África. Se iba bien temprano, cruzaba la sabana con el cuello largo y libre. Le gustaba ver ese cielo que está más arriba de las nubes y conversar con las aves que le hablaban al oído.

Una tarde, Twiga se quedó dormida junto al árbol. La tarde siguiente, igual. Fue pasando el tiempo y, sin quererlo, no volvió más junto a los suyos..
Un buen día, cuando masticaba unas hojas sabrosas volvió a sentir un nudo en la garganta. Hacía rato que no se hacía un moño, pero la comida se le atragantaba.

– ¿Qué será lo que me sucede?- se preguntó Twiga. Las nubes le rozaron los ojos y
un agua dulce resbaló de ellos.
– ¿Será que llueve?- se preguntó una golondrina.
– ¿Será que lloro?- se preguntó Twiga.
La golondrina subió más alto que lo alto de las alturas y desde allí entonó un trino finito
y largo. Aves de rincones lejanos empezaron a llegar y un pájaro anciano se abrió paso.
Estaba revestido de plumas como un arco iris y había imponencia en su voz cuando cantaba.
– Jirafa Amiga- pió el pájaro sabio- tu pena pasará cuando veas flamear el cielo en el cielo
– ¿Y dónde queda ese lugar?- preguntó Twiga, bañada en lágrimas.
– Lo encontrarás una vez que atravieses la sabana de agua y veas las olas mansas y brillantes como la plata que de pronto se vuelven río.
Twiga no entendió, pero, con tal de sacarse ese nudo de la garganta, dijo: ¡Allá voy!
Los pájaros gorjearon en son de despedida y el Árbol Más Grande del África la abrazó con su sombra por última vez.

Twiga cruzó el Atlántico haciendo pie en el fondo y con el agua hasta las orejas.
Después de varios meses avistó el mar con olas mansas como lonjas de plata que, de pronto,
se volvía río. Se adentró Twiga en el Paraná hasta que un día, cuando aún no había amanecido, reconoció un bloque de mármol de cuello fino y distinguido, de su misma estatura.

– Disculpe, Señor….
– Me llamo Monumento.
– Me contó un Pájaro Sabio, Señor Monumento, que el fin de mi pena….
– Bueno, ¡Que su tormento termine me pone contento! Pero siga, la escucho atento.
– … terminaría cuando vea al cielo flamear en el cielo, Señor Monumento….
– Ahá- la interrumpió el Monumento, -¿que el fin de su lamento sería en el momento en el que el firmamento flamease en el firmamento?-
– Así es, Señor Monumento.
– Le comento que… ¡no le han hecho el cuento!
– ¿De verdad, Señor Monumento?
– Señorita jirafa, ¡yo tampoco le miento!
– Dígame “Twiga”, Señor Monumento.
– Twiga, llega usted en el mejor momento.
– ¿En el mejor momento, Señor Monumento?
– ¡Hoy es el día del Juramento! Esta es la ciudad de Rosario, cuna de la bandera y… cuna de quien le habla … ejem… el Señor Monumento. Le comento… Por favor, tome asiento…
Twiga no se sentó. Estuvo un rato con el cuello erguido charlando con el Monumento.
De pronto, una canción los interrumpió:
– Alta en el cielo…
Twiga miró hacia todos lados. Sobre la explanada, un sinfín de chicos con delantales blancos cantaba y le sonreía. Un hombre de ropas vistosas izaba una bandera de cielo con una franja de nubes, de las que hacen cosquillas y, sobre ella, otra franja, la del cielo que está más allá de las nubes. En el centro brillaba el sol.

Los chicos juraron a la bandera y homenajearon a su creador, Manuel Belgrano.
Apenas terminó la ceremonia, las nenas y los nenes se agolparon alrededor de Twiga.

– ¡Sos la jirafa más hermosa del mundo!
– ¡Miren chicos, es súper alta! ¡Es genial!
A Twiga le pareció ver que el sol le guiñaba un ojo.
– ¡Espero que le agrade este recibimiento!- dijo el Monumento con los cachetes colorados.

Twiga sintió de nuevo la lluvia en los ojos, pero el nudo en la garganta ya no estaba.
La brisa los envolvió como un manto. Y sonrieron, en la tierra donde el agua brilla como la plata y el mar se hace río, los distintos son siempre bienvenidos, y el cielo flamea en el cielo dejando pasar al sol entre las nubes.

FIN

1 *Twiga significa “Jirafa” en dialecto africano Swahili.

Autora e ilustradora: Sarah Mulligan (todos los derechos reservados)

 

 

Sobre Sarah Mulligan

Sarah Mulligan es escritora e ilustradora de Literatura Infantil y Juvenil y disertante. Miembro de Número de la Academia de Literatura Infantil y Juvenil y corresponsal de ALIJ en la ciudad de Rosario. Vocal de la comisión directiva de ALIJ.

Es autora de los libros: “El Niño De Los Ojos De Río Y Otros Cuentos”, “El Niño Del Corazón De Fuego Y Otros Cuentos”, “¡Al Agua, Patos!” y “Bernardita, La Estrellita”.

En 2019 obtuvo el Primer Premio de la Academia de Literatura Infantil y Juvenil –ALIJ- de Argentina en el Certamen de Ensayos en Homenaje a Liliana Bodoc y disertó sobre el tema en la Biblioteca del Congreso de la Nación.

En 2014 recibió el 2º Premio en el Concurso Literario “CON SO DIS” por su cuento: “La niña del cisne”.

Es columnista en quince diarios y revistas del país.

Es abogada por la Pontificia Universidad Católica Argentina (PUCA), Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Rosario, autora de libros y artículos de doctrina jurídica; disertante y docente de posgrados.

En el ámbito del Derecho obtuvo el premio internacional en las XX Jornadas Iberoamericanas De Derecho, en 2006, en la ciudad de MÁLAGA, ESPAÑA, y disertó en la ciudad de Málaga en Octubre de 2006. En el año 2007 obtuvo el Premio al Mérito Jurídico 2007 con Mención de honor otorgado por el Colegio de Abogados de Rosario el 29 de agosto de 2007.

Produjo informes orales ante COMISIÓN DE JUSTICIA DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN, para la defensa técnica del proyecto de reformas al CPN, C.A.B.A., 2007. Doctorado en Derecho (PUCA Rosario) y Maestría en Derecho Privado (UNR) y es autora de dos proyectos de ley.

 

 

Autora e ilustradora: Sarah Mulligan
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