Los primeros “biógrafos”

Escribe Antonio J. González

En 1911 se inauguró la primera sala en Lanús, Villa General Paz. En 1912 funcionaban en Avellaneda el “Biógrafo La Perla”. Con funciones “altamente morales, amenas e instructivas”; el cinematógrafo “Avellaneda”, de Carlos y Bartolomé Fasiani. en Mitre 362; el “Salón Paris”, en la misma calle al 693; el “Sarmiento” en la sala del Roma, de Andreoni y Giura, el “San Mar¬tín” de Juan P. Luppi y Cía., el café, cine y bar “Falucho” de Saturnino Herrero en Mitre 257 y el “Biógrafo Familar”, en Mitre 782.

En esa época en Piñeiro estaba el biógrafo “La Mosca”, de Pérez y Gabotti en Galicia y Pavón, y en la calle Tuyú (hoy Pierres) de Domínico, el cinematógrafo “Colón”. Entre 1913 y 14, se concedieron 4 permisos para ins¬talar estos establecimientos de cine en Piñeyro. En 1916 abrió el Cine Mitre en la sede del Centro Gallego en la Av. Mitre, frente a la plaza.

También debemos mencionar que “en los cafés nocturnos de la Isla, Dock Sud y Alsina funcionaban algunas máquinas de “biógrafo” que pasaban películas pornográficas, pese a la prohibición”, de acuerdo a la información suministrada por Federico Fernández Larrain en sus notas periodísticas.

En 1919 fue la apertura del Cine Teatro Gral. Roca en la Av. Pavón 56, edificio que aún permanece silencioso y solitario en su lugar. Por muchos años fueron proyectadas muchas películas que por su calidad reunían a notables concurrentes y sus familias. Ocho años después abre sus puertas el Cine El Colonial, tradicional sala cuyo estilo español se conserva luego de muchos decenios de abandono y otros administrados por el municipio.

El cine comercial se consolida en las décadas del ’40 y ’50 dando paso a nuevas instalaciones y técnicas. En 1946 comienza a funcionar el cine Pte. Avellaneda en la Av. Mitre al 800, y en 1950 abre el Cine San Martín en la Av. Mitre al 100 con los famosos murales de Antonio Berni. Junto a estos cines céntricos, había un ramillete de cines barriales que, algunos de ellos, venían ofreciendo sus funciones en los años del ’40. Tal el caso del Cine Planet en la actual avenida Belgrano al 3000, en Sarandí, con su galpón de cinc y madera, sus bancos y sus funciones -a bajo costo- de los domingos. Otros cines merecen ser recordados: Select en Crucecita, Amado Nervo de Gerli, el Eden y el Select funcionaron en Dock Sud, y el Wilde y el Pueyrredón en Wilde.

Junto a ellos otros cines abrieron sus puertas y también conocieron los años de esplendor, hasta la aparición de otros medios audiovisuales, como la televisión, que cambiaron el mundo de la imagen en movimiento y dejó a los cinematógrafos con sus historias y su capacidad de sucumbir en emociones y conocimientos en una sala oscura y aferrados a las imágenes que el cine proponía. Nada de ese esplendor sobrevive, sólo los nuevos minicines en los grandes centros de compras, como un accesorio a los changuitos y las bolsas plásticas.

Aquel misterio y aquella emoción se han vuelto un espectáculo con sonido, pochoclo e imagen violenta saltando en cada butaca. La intimidad, el mensaje humanístico y la alegría de vivir ya no tiene ese reinado. Es otra cosa. Casi carente de autenticidad porque el cine nacional, por si algo faltaba, tiene escasa repercusión en esas grandes cadenas de exhibición. Hay cambios en la cultura popular que suelen ir hacia atrás. ¿Irreversibles…?

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