Las pistas sugeridas por monseñor Margni para la Cuaresma

El obispo de Avellaneda-Lanús se refirió a un camino de conversión que ayude a madurar en la fraternidad y puso la mirada en tres gestos que pueden sostenerlo: escuchar, hacerse cercanos y cuidar.

El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Marcelo Julián Margni, difundió su primera carta pastoral de Cuaresma junto a esta comunidad diocesana, en la que da “pistas” surgidas del Evangelio para vivir este tiempo litúrgico como “camino de conversión que ayude a madurar en fraternidad, como tiempo de retorno a Dios en el encuentro con el otro, con las y los otros, con cada hermana y hermano”.

En prelado puso la mirada en tres gestos que pueden sostener este camino: escuchar, hacerse cercanos, cuidar.

“Escuchar no surge siempre espontáneamente ni se improvisa; implica una decisión y, con mucha frecuencia, un trabajo interior. Escuchar supone hacer silencio, silencio de los labios y también del corazón, que realmente dé lugar al otro y a su palabra. Supone no anticiparse al otro, sino acoger, con una apertura sincera y sin intenciones ocultas, su palabra. Supone tomarse el tiempo, dar tiempo a la escucha”, explicó.

El obispo sostuvo que con la llamada a escuchar viene también la llamada a hacerse cercanas y cercanos, y advirtió: “En una humanidad desgarrada por enfrentamientos (cerca o lejos), en la que desigualdades de todo tipo llegan al extremo de lo inhumano, cristianas y cristianos no podemos hacer oídos sordos”.

“El ejercicio de la ‘limosna’, la solidaridad concreta, y en cierto modo también el del ayuno, practicados con el mismo espíritu que Jesús y según su enseñanza, nos encaminan en esta dirección: el camino de una cercanía real, sin ostentaciones ni hipocresías, con quienes sufren en nuestro tiempo. Cada una y cada uno, y también cada comunidad, sabrá recrear -¡el Espíritu que habita en nosotros es un Espíritu creativo!- esta cercanía de Jesús en su propia vida”.

 

En tercer lugar, monseñor Margni se refirió al significado profundo de cuidar, y subrayó: “Nuestra identidad más genuina, nuestro rostro más auténtico, no es el de maestros y guardianes de una doctrina moral, sino el de un pueblo que, con amor entrañable, genuino y humilde, cuida la vida”.

En este sentido, alentó a la comunidad a profundizar en el delicado arte del cuidado aprendido durante la pandemia, y detalló: “Cuidar la vida de quienes están a nuestro lado, velar ante todo por la vida de las personas más vulnerables y expuestas. Cuidar los espacios compartidos, los ámbitos de encuentro, para que sean sanos en todos los sentidos. Cuidar la vida de quienes están expuestos a violencias y abusos de distinto género. Cuidar la vida de la tierra, nuestra casa común; custodiar la belleza, la diversidad, la integridad de todo lo creado”.

El obispo enfatizó que quiso proponer “estas sencillas sugerencias para animarnos mutuamente a entrar por esta senda” y alertar: “En vano sería cualquier esfuerzo de sinodalidad, si no experimentáramos realmente el desafío y la belleza del don de la fraternidad”.

“En varias ocasiones me han preguntado en estos meses hacia dónde quiere ir el obispo. Mi respuesta podría ser ésta: quisiera que, como Iglesia diocesana de Avellaneda-Lanús, pudiéramos redescubrir juntos la llamada y la gracia de la fraternidad, que brota del corazón mismo del Evangelio, como nos lo viene recordando continuamente el papa Francisco”.

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