Las cartas

Escribe Judith Gómez Bas.

“La carta que te mandé,
con amor y sentimiento,
como no me respondiste,
el amor, lo llevó el viento.

“Quemá esas cartas donde yo he grabado / triste y enfermo mi esperanza atroz…” así comienza un vals de Cosentino, que tan popular lo hiciera Alberto Morán, cuando el amor se prodigaba a través de un retazo de papel.

Cartas de amor, tesoro viviente, leídas y releídas. A veces con odio que iba amenguando, a través del tiempo, pero que estaban ahí latentes y renacían de tanto en tanto, para descubrir la mentira y la infamia.

Cartas de amores puros en papel rosado, atadas con cintas de seda, cartas que llegaron de vuelta y se guardaron para siempre en un rincón de la cómoda con perfume a clavel.

Cartas de luto, ribeteados los sobres con franjas negras y el papel con iniciales oscuras como el azabache, donde las noticias reflejaban la tristeza y el dolor.

Cartas al novio lejano, guardadas en el corpiño del lado del corazón, esas cuando el cartero era una figura querida y esperada y un poco el confidente secreto de noviazgos por correspondencia.

Cartas anónimas, acusadoras de alguna situación inconfesable, traicioneras, malditas. Y la de los amigos felices, reconfortantes.

Las esquelitas casi siempre a escondidas para expresar un sentimiento, para pedir una ayuda.

Y las misivas que nos acompañaron en momentos de soledad o que nos sirvieron de gozo al releerlas.

Todas de un tiempo pasado, cartas que no volverán.

Si, hay otras cartas, las que entre oros y copas, espadas y bastos, marcaron la perdición de más de uno.

Ya lo dice Homero Manzi en “Monte Criollo”: “Cuarenta cartones pintados / con palos de ensueño / de engaño y de amor. / La vida es un mazo marcado,/baraja los naipes /la mano de Dios…”

La vida es un juego y el juego una necesidad. ¿Qué hubieran hecho aquellos laburantes, cuando al regresar del puerto o de la fábrica, no se llegaran al boliche a jugarse un tute cabrero o un truco, para reponer energía y beberse un semillón?.

¿Y en las reuniones familiares, la muchachada cincuentona, aislarse en un lugar de la casa, para disfrutar una partida de mus, de brisca o de escoba?.

¿Quién no recuerda las películas de cow – boys, donde en el saloon se armaban las trifulcas, mientras los parroquianos se emborrachaban en una mesa de póker?.

Hay también otras cartas, misteriosas y mágicas, las que predicen el futuro. Que llegaron hasta nosotros desde lejana época por intermedio de los llamados gitanos o bohemios. Son las del tarot, la revelación primitiva de las antiguas civilizaciones.

“Mientras escucho en la tele
que comienza el noticiario
voy barajando las cartas
y me juego un solitario.

Judith Gómez Bas
mabel_alsina2004@yahoo.com.ar

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