La leyenda del casco de Ciriaco Cuitiño

Escribe Rudi Varela

La búsqueda de la verdad por sí
misma, es una de las más nobles
prerrogativas del hombre

Juan Pablo II

Las leyendas son las creaciones más de tradición que históricas.

A veces es tan grande la credibilidad de algunos pueblos que se aferran con fruición y deleite a relatar cosas maravillosas de su pasado, afirmando de una manera ciega y confusa los jalones de su historia.

En Avellaneda hay una que escuché y la sigo oyendo referida a Ciriaco Cuitiño, personaje que sigue siendo sinónimo de terror.

Se refiere al «Casco de Cuitiño», cuando en realidad perteneció a Domingo Casalins que estaba situado en las actuales calles Crisólogo Larralde, Limay, Colón y Güemes (donde están el Barrio Güemes, la Municipalidad, Wallmart y Falabella).

Sin embargo, ese casco fue construido después de su muerte, por lo que no puede llamarse de Ciriaco Cuitiño.

¿Quién fue Ciriaco Cuitiño?
Por los campos de Quilmes (donde se encontraba la futura Barracas al Sud) comenzó a destacarse entre 1818 y 1820 un criollo mendocino, de penetrantes ojos negros y barba también negra. Era el Alcalde de la Campaña Teniente de Milicias Ciriaco Cuitiño.

Nombre que aún sigue siendo sinónimo de terror, de sangre y de avasallamiento.

Todavía poco y nada se sabía del futuro jefe Mazorquero.

Son pocos los datos históricos que se han investigado hasta hoy de aquel famoso personaje.

Alcaldes de campaña y en Buenos Aires
Nombrado Alcalde de Quilmes en 1824 (todavía no estaba creado Barracas al Sud) por el Gobernador Martín Rodríguez, muy pronto se distinguió por encarcelar a la gente de mal vivir, hechos que lo hicieron merecedor de los elogios de las autoridades provinciales. Este Cuitiño, de imagen moralizadora, siguió con el correr del tiempo, pero enfrascado en una posición política.

En 1826 renunció al cargo de Alcalde y posteriormente fue a combatir en la guerra con Brasil. Su radicación en la ciudad de Buenos Aires es por la época del gobierno de Manuel Dorrego, hombre del federalismo, cuyo asesinato por obra del unitario Lavalle en Navarro, preparó el terreno de Rosas, «hombre de mano dura, capaz de imponer el orden por las buenas o por las malas» (1)

Fue noticia su participación en las jornadas de la «Revolución de los Restauradores» de 1833, encabezada por Encarnación Ezcurra desde el Cuartel General en el Oratorio del Italiano, actual Av. Mitre 949. (2) El 11 de octubre de ese año se enjuicia al periódico «El Restaurador de las Leyes», pero era un pretexto para enjuiciar a Rosas.

Qué era la mazorca
El nombre de mazorca viene del marlo del maíz. Sus integrantes pretendían estar unidos como los granos del maíz sobre la planta.

Los crímenes nocturnos que habían desolado a Buenos Aires y sumido a la ciudad en terror, son producto de esa institución.

La Comisión Directiva resuelve; la banda de verdugos ejecuta.

Fue fundada para extinguir a los simpatizantes del partido unitario. Esa horda salvaje lanzó bramidos contra ellos y contra quienes sospechaban que le eran favorables. Registraban las casas, insultaban a las mujeres y ancianos, robaban, saqueaban y buscaban pruebas para sus acusaciones.

Cada día había un nuevo crimen; se encontraba por la mañana el cadáver de un hombre que yacía en el barro, desfigurado y sin cabeza, o una víctima clavada en la punta de una lanza o colgada de la cuerda de un farol.

En el libro «Las tablas de sangre» de Rivera Indarte figura que los mazorqueros habían producido 3.765 degüellos (3)

Mazorquero
Tenía su cuartel mazorquero en la esquina de Chacabuco y Chile en la ciudad de Buenos Aires y vivía a cuatro cuadras de allí sobre la calle Defensa.

En «La Gaceta Mercantil» del 18 de diciembre de 1840 aparece nombrado en una circular donde se invita a los ciudadanos a «dedicar una guardia de honor de Infantería a la Décima Octava Legislatura de la Provincia el 1ero. de enero próximo, día de su solemne apertura según la Ley»

Para esta escolta de honor en torno al Gobernador Juan Manuel de Rosas, aparecen junto a él los nombres de Julián González, Andrés Parra, Joaquín María Ramiro, Nicolás Mariño, Juan Manuel Larrazabal, José María Boneo y Juan Merlo.

Rosas terminó su mandato en febrero de 1852, luego de su derrota en Caseros, pero el 11 de septiembre de ese año, el coronel Hilario Lagos buscó la colaboración de los partidarios federales y mazorqueros para derrotar a Urquiza. No tuvo éxito y a principios de 1853 terminó de poner sitio a la ciudad de Buenos Aires.

Muerte de Cuitiño (4)
Por la segunda mitad de 1853 se realizó el proceso a los hombres de la Mazorca, cayendo prisioneros Manuel Troncoso, Silverio Badía, Floro Vázquez, Leandro Alem, Ciriaco Cuitiño y otros. Troncoso y Badía, condenados a la pena capital fueron fusilados en la Plaza 25 de Mayo y expuestos en la horca el 17 de Octubre de 1853, en tanto que Floro Vázquez tuvo igual fin el 24 de noviembre.

Cuitiño, que estuvo detenido en el Cabildo con su amigo Leandro Alem (padre de Leandro Nicéforo Alem) fue también acusado por el fiscal, teniendo como defensor al Dr. Marcelino Ugarte (padre). El 9 de diciembre de 1853, Cuitiño y Alem fueron condenados a ser fusilados y colgados. Un alegato presentado por Marcelino Ugarte no fue aceptado y la sentencia fue aprobada disponiendo que los reos fueran fusilados el 28 de diciembre a las 9 de la mañana en la Plaza de la Independencia (Independencia y Bernardo de Irigoyen).

Una partida de Infantería del Regimiento comandado por el coronel Martín Tejerina tuvo a su cargo la ejecución presenciada por 6.000 personas, vecinos de la Iglesia de la Concepción sobre cuya pared del Este fue cumplida la sentencia.

Los presos fueron conducidos en una carreta hasta el sitio del ajusticiamiento y fueron asistidos espiritualmente por el franciscano Fray Nicolás Aldazor y el dominico Fray Olegario Correa.

Cuando un oficial de la partida preguntó al coronel Cuitiño cuál era su última voluntad, solicitó que le trajeran hilo de coser y una aguja. Le acercaron lo que pedía y no bien se lo entregaron se puso a la tarea de coserse el pantalón a la camisa, al tiempo que explicaba «Como después de fusilados nos van a colgar, no quiero que a un federal, ni de muerto, se le caigan los pantalones».

¿Acaso no será ésta otra de las leyendas falsas de Ciriaco Cuitiño?
Tal fue el fin del sangriento Ciriaco Cuitiño, que 30 años antes había andado los polvorientos caminos de nuestra campaña en la zona de Quilmes.

El casco de Casalins
Feliciana Josefa Piñeiro, bautizada el 18 de mayo de 1801 de un día de edad (5), nace al día siguiente que muere su padre Francisco Antonio Piñeiro. (6)

Se casa con Francisco de Paula Calderón de la Barca y Belgrano (sobrino del general) en 1837. Muerto éste, se casa en segundas nupcias con Domingo Casalins. (7) Ella muere el 24 de mayo de 1858, pero sus hijos y ella reciben en herencia de su hermano Felipe Piñeiro (8) el terreno comprendido por las calles Crisólogo Larralde, Limay, Colón y Güemes, en Avellaneda.

Después de esta fecha, (no sabemos cuando) su esposo Casalins construye el casco, mal llamado «de Cuitiño», pues éste había muerto, antes de la construcción.
Calculamos que fue en la década de 1860 pues en 1871 el Dr. Manuel Ocantos, presidente de la Comisión de Higiene Municipal, lo convirtió en Lazareto para la atención de los enfermos de fiebre amarilla (9)

Fue derribado en la década de 1940 y el casco estaba construido, donde hoy está el Barrio Güemes, en las actuales calles Amaro Giura entre Luis Roasenda y Carlos Seminario, de la localidad de Crucesita.

Notas
(1) CHÁVEZ, Fermín: «Cuando Cuitiño vivía en Barracas al Sur» Revista Círculo Universitario, 25 Aniversario, Avellaneda, página 64.
(2) VARELA, Rudi: «La época rústica en Avellaneda y Lanús», Edición, Prensa y Acabado, Buenos Aires, 2000, Página 187.
(3) Periódico «El Pueblo», 7 de Septiembre de 1884, Barracas al Sud, página 1.
(4) CHAVEZ, Fermín: , op.cit., página 65
(5) Libro de Bautismo, Parroquia Montserrat, Libro II, Página 310.
(6) Libro de Difuntos, Parroquia Montserrat, Libro II, Página 8.
(7) A. G. N. : Testamento Nro. 7425 de Feliciana J. Piñeiro.
(8) A. G. N. Felipe Piñeiro muere un mes después, el 28 de junio de 1858, pero había hecho el testamento Nro., 7426 el 21 de marzo de 1856, ante el escribano Dr. Manuel José de Zeballos. El Dr. Guillermo Rawson, ante siete testigos firmó por Felipe Piñeiro, pues éste se encontraba en su casa en la calle Las Piedras 159, recostado sobre un sofá, pero en su cabal juicio.
(9) VARELA, Rudi: op. cit, Pagina 438.

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