La asamblea pastoral de Avellaneda-Lanús, en clave de conversión misionera

La diócesis de Avellaneda-Lanús celebró su tercera asamblea pastoral con un encuentro de tres días en el colegio San Ignacio, de Wilde, que estuvo presidido por el obispo, monseñor Rubén Oscar Frassia. El domingo 12 de octubre, al presidir la misa dominical, el prelado alentó a los fieles a identificarse con Jesús, muriendo al pecado y viendo en su testimonio el ejemplo y la fuerza para construir la Iglesia diocesana.

(AICA) La diócesis de Avellaneda-Lanús celebró su tercera asamblea pastoral con un encuentro de tres días en el colegio San Ignacio, de Wilde, que estuvo presidido por el obispo, monseñor Rubén Oscar Frassia. El domingo 12 de octubre, al presidir la misa dominical, el prelado alentó a los fieles a identificarse con Jesús, muriendo al pecado y viendo en su testimonio el ejemplo y la fuerza para construir la Iglesia diocesana. Los alentó a vivir “una vida resucitada, una vida nueva, plena del Espíritu Santo”.

“¡Somos sus seguidores empedernidos, enamorados! Porque creemos que Jesucristo está vivo, que ha compartido su amor, su divinidad y su humanidad con nosotros. Por ello somos agraciados, liberados y tenemos que vivir conformes a nuestra vocación. Vivir en verdad, en libertad, en entrega y en servicio. Este servicio, que el Señor nos llama, tenemos que aplicarlo a todas las realidades de nuestra vida”, pidió el obispo.

Monseñor Frassia también convocó a los fieles a llevar la dimensión apostólica a todos los ámbitos: “La fe en Jesucristo tiene que estar en las parroquias, capillas, barrios, en la sociedad, el mundo, la familia, con un espíritu simultáneo en todas estas realidades porque estamos definidos en Él; porque Jesucristo es el Señor de la vida y de nuestra historia”.

“Desde ahí sacamos la fuerza y el sentido para todo lo demás”, reconoció el prelado, quien también aseguró que “el que no está convencido no tiene fuerza para ser testigo ni para cumplir con la misión”.

“Como Pueblo de Dios tenemos que aceptar la invitación, vivir la experiencia de la conversión pastoral y personal, abrir el corazón, la vida, los trabajos y las estrategias. ¡No tenemos que tener miedo, no vivir acobachados y encerrados en nuestros pequeños mundos, sino que tenemos que salir!”, insistió.

“Que el Señor nos dé fortaleza, nos dé luz, nos dé creatividad y convicción para vivir este presente y preparar el futuro convenientemente; pero lo preparamos entre todos, sabiendo que nos necesitamos y que cada uno tendrá que decir lo suyo”, concluyó el obispo.

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