John Maxs: «Lo que me llena realmente es el aplauso y la cara de asombro de la gente»

En el marco de los Premios Magia 2012, el mago de Sarandí recibió una mención especial, por su labor social y comunitaria.

Raúl Dos Santos supo desde chiquito que quería dedicarse a la magia. Le gustaba ir a los circos y, en especial, si en ellos había magos. Porque no podía creer cómo una persona podía hacer aparecer una paloma o hacer desaparecer un pañuelo.

«Soy mago de toda la vida», dice, contundente Dos Santos, quien adoptó como nombre artístico John Maxs por su admiración hacia el músico Brian Jones, co-fundador de la mítica banda The Rolling Stones. Como había varios magos utilizando el nombre «John», su esposa Valeria Díaz le sugirió agregar el apellido Maxs.

«Después, viendo Las manos mágicas uno iba aprendiendo algunas trampitas. Pero para cosas (trucos) más grandes, la actividad era muy difícil, porque si bien había escuelas como la de Fu-Manchú, no era fácil acceder a los magos. Había que comprar libros, pero además los magos eran muy reservados y no compartían sus secretos», recordó el ilusionista oriundo de Sarandí.

John Maxs, de 44 años, veía en sus inicios que el ámbito de la magia «a veces era un círculo muy cerrado y los magos de antes se encerraban en un cuarto a practicar, al punto de no develar sus rutinas ni a su propia familia».

En la secundaria, una vez, lo mandaron a comprar un libro y, como no podía ser de otra manera, él se compró uno de magia. «Me querían matar», dijo, entre risas, de los profesores que no lograban comprender su inexplicable pasión.

En el camino, Raúl debió realizar trabajos «formales», porque la magia siempre fue una actividad onerosa.

«Entonces comencé a fabricarme mis propios juegos de magia. Porque siempre fue muy caro –aún hoy en día lo sigue siendo- comprar un juego de magia. Las cosas importadas tienen su precio en dólares, aunque también hay gente que se dedica a fabricar y es proveedor de tiendas locales y del exterior. Entonces, una opción es, a veces, comprarle al fabricante», comentó el artista de la ilusión.

Lo sorprendente de este incansable trabajador era que nunca dejaba de ser mago, como por ejemplo en la época que era taxista. Durante los viajes, les contaba a sus pasajeros que además de «tachero» era mago. Y cuando llegaba a destino, antes de que los clientes se bajaran, les hacía algunos juegos –sin apagar el reloj- y les daba una tarjeta.

«Así me iba haciendo de clientes», destacó Maxs, quien aprovechaba cada oportunidad que tenía para promocionar sus espectáculos.

En cuanto a su rutina, el mago de Sarandí explicó que hace «magia general; grandes ilusiones; apariciones mágicas de chicas de 15 o en casamientos; close up; magia de salón y de escena; y magia infantil, que incluye trucos con palomas y conejos.

«Hay que cuidar a los animales, limpiarlos, darles de comer, llevarlos al veterinario y, sobre todo, entrenarlos (a las palomas, especialmente)», comentó el artista, quien resaltó además la importancia cuidar algunos aspectos primordiales: siempre el respeto, la presencia y la puntualidad.

Asimismo, en sus shows, que suelen durar entre 45 minutos y una hora, el mago emplea el «humor sano», pero aclara que se ríe «con» la gente y no «de» la gente.

Manos mágicas y solidarias
Cometa Mágico, la entidad que dirige Ted White, todos los años nomina y premia a magos en distintas categorías, los cuales son votados por sus pares, a través de internet.

En el marco de los Premios Magia 2012, el mago John Maxs recibió una mención especial, por su labor social y comunitaria.

Es que además de los espectáculos que realiza por sus contrataciones, Maxs brinda shows de magia en distintas entidades de bien público, fundaciones y comedores comunitarios, en diversas localidades del conurbano bonaerense y del ámbito de CABA.

«Hay pibes que nunca vieron un mago. Incluso gente grande y abuelos que nunca vieron un mago, o que lo vieron por la tele pero nunca lo tuvieron cerca. Entonces voy, me ofrezco en distintos lugares y hago shows de magia de manera gratuita», señaló el entrevistado con relación a su compromiso social.

«Los chicos quedan fascinados. La cara de esos pibes no te la olvidás más… Es algo que no tiene precio. Me parece que regalar un poco de lo tuyo después te vuelve», admitió con gran sinceridad.

«Porque uno puede cobrar mucho o poco, pero lo que te llena realmente es el aplauso y la cara de asombro de la gente», agregó el mago, quien disfruta mucho cada vez que regala a su público un momento de alegría, ilusión y fantasía.

En contraposición a ese gran secretismo que caracterizaba a la magia de antaño, John Maxs comparte todo con su familia. Del matrimonio con su esposa Valeria vinieron dos varones: Lucas, de 15 años, que quiere ser odontólogo. Y Matías, de 11, que «mágicamente» sigue los pasos de papá.

«Seguramente, más adelante, mi hijo Matías seguirá con mi trabajo y yo daré un paso al costado. Porque no es lo mismo que a un cumpleaños de 15 vaya una persona de 45 años que una de 60. Llegado el momento haré shows para adultos», se anticipa el artista respecto del momento de un retiro programado, al tiempo que se emociona un poco por quien se perfila como su fiel sucesor: «Ya está estudiando magia con un profesor, con la idea de competir en torneos de magia. No sólo le cuento mis secretos. El me acompaña a trabajar y es mi ayudante», destacó este padre orgulloso de su hijo menor.

En marzo de 2013 John Maxs empezará a dar clases de magia. Porque decidió hacerse un tiempo en su ajetreada agenda.

Es que va por todos lados, casi siempre a las corridas. Ha recorrido el interior de nuestro país y en 2008, asistió a un congreso de magia en Uruguay, donde también brindó una conferencia. Pero nunca se aleja demasiado de su Sarandí natal.
«Nací en Sarandí y aquí me pienso morir, aunque me gustaría, en mi vejez, irme a vivir a Mar del Plata, porque me encanta como ciudad que tiene vida todo el año y porque tiene lo que más amo, que es el mar», reconoció el mago, que en el pasado también fue guardavidas y por eso, el mar «le tira mucho».

A la hora de hacer un balance, John Maxs rescata el cariño de la gente y resalta la idea de ser coherente en cada momento. «Siempre te debés al público y si te piden 30 fotos, te las tenés que sacar. En ese sentido, soy un poco cholulo. (Risas)
Pero si te piden una foto, está bueno, porque eso quiere decir que lo que hiciste estuvo bien. Y en ese momento, te hacen sentir importante.

Me ha pasado de ir a cumpleaños de nenas de 9 o 10 años y de pronto te contratan de nuevo cuando cumplen 15; y cuando pasan el video, te ves a vos mismo haciendo magia y te das cuenta lo viejo que estás. Pero está buenísimo que eso pase, porque se acordaron de vos», finalizó.

Para más información, visite: http://www.johnmaxs.com.ar/

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