Esteban Soria y un reconocimiento que lo consagra como artista

Obtuvo el 2do. Premio en la Disciplina Grabado Salón Nacional de Artes Visuales 2012.

«He ganado otros premios importantes, pero jamás pensé que a los 32 años iba a tener un reconocimiento en este Salón, que es el concurso por excelencia y el más antiguo de la Argentina».

Han transcurrido algunos meses de la gran noticia, pero en la tranquilidad de su taller, Esteban Soria todavía no sale de su asombro. Le basta con recordar de qué manera se enteró de su ansiada e inesperada premiación para que de nuevo la adrenalina se apodere de todo su cuerpo.

Fue quizá uno de los mensajes de texto más importantes de su vida. Venía manejando en la ruta, por la costa atlántica, en plenas vacaciones de invierno. Le pasó el celular a su señora y, segundos después, los dos lloraban de emoción.

«Este concurso jerarquiza tu obra y te revalida como artista, porque es la vidriera más importante del arte en la Argentina. Pero además porque, en general, las premiaciones no son sólo por la obra sino también teniendo en cuenta la trayectoria del artista», explica el joven artista, respecto al galardón que ha recibido recientemente.

«Por suerte en nuestro país hay muchos concursos de postulación libre», agregó. «Luego hay una selección por parte de un jurado muy importante. Si sos preseleccionado, podés acceder a un premio. O podés ser rechazado, como nos ha pasado un montón de veces a todos los artistas. (Risas).

«Más allá del incentivo económico, es un estímulo, una motivación para seguir trabajando», reconoció con orgullo.

Su auténtica modestia no le permite decir que ha logrado cautivar a ese jurado de notables, y que ahora se codea con los grandes maestros, aunque en el fondo sabe que, aún en su juventud, ha alcanzado la suficiente madurez para convertirse en un exponente referencial de su labor.

De chico, Esteba creyó que su destino iría de la mano del deporte. Es que a los 14 años ya jugaba profesionalmente al básquetbol en la competitiva Liga Nacional.

«Jugué en Lanús, en Independiente de Tandil y en Costa Azul de Tres Arroyos. Era un tipo trotamundos. Tenía cierta solvencia económica y toda mi vida giraba en torno al básquet», rememoró Soria.

Pero en uno de los chequeos de pretemporada le detectaron una arritmia cardíaca, que terminó por alejarlo de las canchas. Como al genial Diego Armando, Esteban sintió que le habían «cortado las piernas».

El golpe fue difícil de digerir, pero tras un breve período de inactividad, pronto encontró un nuevo rumbo. No puede precisar cuándo fue el momento exacto en que sintió que se dedicaría al arte. Como un sueño difuso, lo único que recuerda es estar en una librería comprando cartón entelado, pinceles y óleos.

No podía asociar –o creer que en su esencia convivieran- la sensibilidad del arte con la garra y la fuerza del deporte.

«Pero al mismo tiempo, veía un cuadro de Van Gogh y me llamaba mucho la atención. Tampoco me se olvido cuando vi la película Los sueños de Akira Kurosawa. Quedé fascinado… Como que, hasta ese momento, lo artístico siempre estuvo latente de una forma muy pasiva», reconoció nuestro vecino avellanedense, nacido en Monte Grande.

Fue entonces que cursó bellas artes, y cuando entró a la facultad descubrió todo un mundo. «Aunque, en parte, creo que soy un poco autodidacta, porque este proceso empezó mucho antes de lo académico. Charlando con colegas, coincidimos en que muchas veces las cosas se dan por ensayo y error. Estuve meses yendo una vez por semana al museo de bellas artes para abrir mi cabeza. Y salía del museo y me iba corriendo a casa con ganas de pintar. Creo que ese fue el impulso, el motor para a producir», afirmó.

Artista visual y docente
En una de las paredes de su taller, Esteban exhibe una obra que se encuentra en pleno proceso.

«Forma parte de una serie que comencé en 2004, en la que no hay ningún referente que tenga que ver con la figuración. Es una línea totalmente abstracta, en donde, en realidad, lo que me interesa es la acción de pintar y que el pintar sea un gesto. No es una cuestión reflexiva o de reconocimiento de la realidad sino simplemente es dejar congelada una expresión», definió Soria.

El autor comentó que su estilo «tiene que ver con el expresionismo abstracto, de la escuela estadounidense de los años 50».

«Tiene que ver, también, con el uso de los materiales. Como por ejemplo la arena, que me da distintas texturas y me permite realizar algunos grafismos».

En ese contexto, surge en el artista la necesidad de dejar huellas a través del relieve. Pequeñas marcas en forma de incisiones o grietas, producto de la canalización impulsos irracionales y una fuerza ejercida sobre sus cuadros.

La atmósfera que logra Soria en sus obras parece recrear –tal vez de una manera inconsciente- paisajes, cuyos horizontes se delimitan por el contraste de colores; puentes colgantes; calles sin destino; cercos, que circundan terrenos desérticos; escaleras, cascadas…

Para el artista, el resultado de esa simple expresión en el lienzo, «no es algo querido o premeditado». Pero admite que muchos espectadores coinciden en esa identificación de formas y lugares, más allá de la abstracción.

«Influyen mucho el azar y el juego. Una obra puede estar parada por un día, porque me tomo mi tiempo para hacerla. Pero cuando me decido, en una hora está terminada. No hay bocetos. Es un debut y despedida», sostuvo, sonriente.

Por lo general, las obras pictóricas de Soria «se parten en tres», tal como el mismo lo describe: «Hay un lugar superior que permanece en blanco, dando un vacío o en el que predomina un color. Hay una parte inferior y es en el centro donde pasa el discurso plástico. Ese discurso, casi siempre acciona en el sector de abajo con algunos grafismos o chorreaduras».

Los gruesos trazos en color negro son un rasgo característico que salta a la vista y que le permiten «dirigir la obra», que suele estructurarse «como una torta: capa sobre capa».

«Lo que me gusta de una capa lo jerarquizo, y lo que no me gusta, lo voy tapando hasta llegar a un negro sobre negro (un tono brillante sobre el mismo color, pero mate)», apuntó el pintor.

Este estilo propio se ha vuelto una marca registrada en sus obras y Soria cree que esa serie aún tendrá nuevos volúmenes. No obstante, en su autocrítica, esteban reconoce una evolución. «Uno ve cambios. Algunos sólo los puedo notar yo o incluso los puede observar otra persona. Hay cosas que van mutando y se van convirtiendo en otra cosa, y eso le da otro carácter a los cuadros. Pero la esencia sigue siendo la misma y siento que todavía hay terreno por explorar y descubrir», confesó.

Para incorporar elementos como la arena, Esteban coloca sus obras en el piso y utiliza cola para adherirla. Para lograr distintas tonalidades en el material, el pintor emplea pintura asfáltica (brea) diluida o goma laca disuelta en alcohol, entre otros colorantes.
Sus grabados son un complemento de sus pinturas. Luego de concluir una obra, el artista toma una fotografía de ella y luego la «procesa» digitalmente.
«Hay quienes reniegan de la computadora porque dicen que no puede hacer arte. O que algunas herramientas están en un plano artificial. Pero yo creo que cualquier herramienta, si uno la sabe aprovechar para la imagen o para su obra, es totalmente válida».

«Hubo una pelea memorable entre Pappo y Ezequiel Dero, continuó Esteban, en la que el rockero le decía al DJ que lo que él hacía no era música. Creo que es el mismo ejemplo».

La foto de la obra es intervenida por el autor y convertida en una versión en blanco y negro, obteniéndose inesperados y sorprendentes resultados. De pronto un celeste pálido puede ser un blanco inmaculado o un negro sólido. O un degradé de un gris a un negro, es capturado digitalmente todo como negro, de una manera absolutamente aleatoria.
De ahí que el propio Soria se defina a sí mismo como un artista «visual».

La labor artística de Soria se complemente con su trabajo como docente. En Lavallol, es profesor de un taller de producción de imagen. Se trata de una materia de 6to. año de la secundaria, que es troncal para las carreras de arquitectura, bellas artes, diseño gráfico, comunicación visual o publicidad. Asimismo, en otra escuela de Monte Grande, da la materia Arte, en modalidad teórico – práctica. Y a su vez, da clases de pintura en su taller propio.

«(La docencia) es algo que me interesa y que me gusta. Y creo que todo se complementa. Además, aprendo mucho de mis alumnos, chicos o adultos. Tengo la suerte de trabajar de lo que me gusta y no lo veo como un trabajo. Me levanto todas las mañanas contento de ir a dar clases», finalizó.

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