Erica Maryncak: “la sabiduría milenaria puesta en el día a día”

Instructora en Técnicas de Respiración en la Fundación internacional El Arte de Vivir.

En estos tiempos, vivir es un arte. El estrés maneja nuestro ritmo y nos cuesta “bajar un cambio”. Tanta aceleración nos impide disfrutar. Nos pasamos el tiempo lamentándonos por las cosas que no hemos conseguido en el pasado y proyectando un futuro promisorio que nunca llega, sin comprender que el momento es aquí y ahora. El único antídoto posible frente a tanta vorágine es volver a ser niños. No sólo para alejarnos de las preocupaciones de los adultos, sino también para volver a respirar como desde aquella vez que nos cortaron el cordón umbilical.

“El estrés no es otra cosa que la manifestación de tu mente que no para. De la velocidad de tu mente. Que además deambula, se va al pasado y se va al futuro. Ese vaivén hace que tu mente no esté en el tiempo presente. Entonces cuando vos tenés que hacer algo, te cuesta tres veces más. Cuando uno toma conciencia de su respiración, la mente está en el ahora. No se puede respirar para ayer o para mañana. Tu respiración es el nexo entre tus emociones y tu mente”, sostiene Erica Maryncak, enérgica y siempre sonriente.

Para la instructora de técnicas de respiración en la ONG El Arte de Vivir, en palabras simples y cotidianas “esto es la sabiduría milenaria puesta en el día a día”. “Es una herramienta… Porque no me enseñaron a volar, me enseñaron a respirar. Mi vida cambió en el sentido del disfrute. Yo empecé a disfrutar de las cosas. Hoy, aunque duermo menos, tengo más energía, estoy más alegre… Y tengo problemas como todo el mundo. Pero el respirar te da mucha más capacidad para resolver las cosas, porque tu mente está más clara”, aseguró la joven de 33 años, con pose de meditación, bajo la luz tenue de la sala del subsuelo de una de las nuevas sedes de El Arte de Vivir, en el microcentro porteño.

Diseñadora de interiores, comenzó estudiando marketing, pero interrumpió la carrera por una fuerte inquietud artística. Se capacitó en vidrierismo y finalmente concretó su pasión por la plástica incursionando en escenografía.

“Mientras estudiaba la carrera yo ya quería tener una salida laboral, con lo mío. Me compré mi tablero y empecé a dibujar y a proyectar… y me fascinó. Siempre me gustó la parte plástica del diseño. Así que en paralelo empecé a hacer vidrieras, para generar una entrada de dinero y de a poco me fui metiendo en un mercado muy visual. Y como esa es un área muy amplia, se fue abriendo”, contó Erica, que nació en Villa Dominico y a los 15 años se mudo a Wilde, y como estudiaba en capital, nunca se olvida de sus largos viajes, con sus carpetas gigantes a cuestas, en el colectivo de la línea 17.

“Finalmente me fui para el lado de la escenografía”, prosiguió. “Me puse a estudiar con un escenógrafo del Teatro Colón, y al día de hoy, sigo haciendo realizaciones escenográficas, hice cuatro películas en cine, publicidad y tres años de teatro, en todo lo que es puesta en escena”.

En determinado momento, Erica entró a trabajar en el equipo de arte de la productora Cuatro Cabezas, en el famoso proyecto de historia documental “Algo habrán hecho”, con Felipe Pigna y Mario Pergolini. Y fue allí que Maryncak tuvo su primer contacto con el curso de técnicas de respiración.

“En una de las reuniones, me encuentro con la directora de arte y hablando, me cuenta que había hecho un curso de respiración. En ese proyecto teníamos muchas jornadas de filmación y viajábamos mucho. Por ejemplo, fuimos a filmar el cruce de los andes a Mendoza. Era un proyecto muy importante y en un momento yo sentí que estaba muy estresada. Cada vez iba teniendo más responsabilidades y por mi auto exigencia yo quería rendir, pero al mismo tiempo pensaba cómo iba a hacer para sostenerme física y mentalmente”, recordó Érica, al tiempo que agregó: “Estábamos a 10 días del rodaje y yo dije, si no tomo el curso ahora, no lo tomo más. Cuando llegué y me hicieron sacar los zapatos, pensé: ¿Qué es esto? Pero en ese curso, me cambió la vida. En esos cinco días entendí que toda la felicidad que yo buscaba afuera, la tenía adentro”, soltó, fresca, y con su sonrisa imborrable.

La instructora dijo que lo que vivió fue algo “muy fuerte”. Hasta entonces, sufría de migrañas permanentes, dormía muy poco y se sentía con poca energía. “Ya al tercer día sentí un cambio muy notorio. Al punto de empezar a disfrutar de las cosas. Se me ocurrían más ideas para mi trabajo, estaba más lúcida, como más inspirada. Pero al principio creí que eran sólo ideas mías”, sostuvo.

Erica confirmó la experiencia positiva del curso cuando se lo regaló a su madre –que estaba atravesando un duro problema familiar- y volvió a verla sonreír después de dos años. “Dije: esto funciona. No me puedo quedar con los brazos cruzados”.
Maryncak continuó con sus prácticas y se convirtió en la principal promotora de estas técnicas. Organizaba conferencias, y llevaba a otros instructores a dar charlas para difundir cada vez más y compartir este verdadero obsequio que había recibido. Y se formó para poder dar ella estos cursos. Y empezó a dictarlos en Avellaneda, porque quería bridárselos a su comunidad.

“Yo siento que no tengo opción. Hay mucha gente por ayudar. Hay mucha gente esperando por vivir mejor. Esta vivencia, es un regalo que merecemos hacernos”, advirtió la guía.

El seminario consta de cinco días, donde se aprenden técnicas de respiración, un poco de meditación y un poco de yoga, pero básicamente uno se lleva una técnica. Mediante la respiración controlada se restablece el sistema inmunológico, y se eliminan las toxinas del cuerpo.

“Normalmente, usamos el 30 % de nuestra capacidad pulmonar. Nuestra respiración puede sanar el cuerpo, porque puede limpiar cada una de las células. Lo único que necesitamos es direccionar el aire con pranayamas, y así depuramos esas células que están enfermas por el estrés”, explicó Erica.

Una sesión de 20 minutos por día alcanza para abordar felizmente toda la jornada y es una disciplina acumulativa, un hábito de generación de bienestar. “La gente que hace el curso percibe un cambio. Empieza a dormir, deja las pastillas, se le van los problemas psicosomáticos, deja de fumar…”, destacó la colaboradora voluntaria de El Arte de Vivir.

A lo largo de la charla, Erica Maryncak instó a este periodista en reiteradas ocasiones: “Vos también deberías hacer el curso, en realidad todos deberían hacerlo”, sugirió, cómplice.

“Yo te puede llevar a conocer el mar, te puedo mojar los piecitos, pero vos tenés que darte el chapuzón. Con esto del curso pasa lo mismo. A mí me gustaría poder contarte más, pero es algo vivencial. No puedo respirar por vos”, finalizó.
Para más información visite http://www.elartedevivir.org/ o comuníquese vía email a erica@elartedevivir.org

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