El mandamiento nuevo

En el 5º Domingo de Pascua el Obispo de Avellaneda – Lanús, Mons. Rubén Frassia, se refirió al Evangelio según San Juan 13, 33-35 (Ciclo C).

El texto evangélico de este domingo nos trae el testamento de Cristo. Después de su entrega en la crucifixión y muerte, después de la gloriosa victoria de la Resurrección, antes de ascender al Padre, Cristo nos deja estas extraordinarias palabras: “ya no estaré con ustedes mucho tiempo, pero les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros así como yo los he amado”.

Significa que esto es esencial, es vinculante; esto no es superficial ni siquiera optativo. No es “si tengo ganas” o “no tengo ganas”, sino que nuestra vocación humana y cristiana es vivir en el amor y es tratarnos, entre nosotros, con respeto, con justicia y con amor de caridad.

No nos engañemos: la cercanía, el estar juntos, no siempre significa vivir en comunión. La cercanía, salir juntos en una foto, no significa que todos estemos de acuerdo. Por lo tanto, la cercanía no siempre es vivir una fraternidad. Y nosotros tenemos que vivir, no sólo como hijos de Dios, sino como hermanos entre nosotros: Cristo es el modelo y el ejemplo.

Pero veamos que no sólo Él es modelo y ejemplo sino que es causa y fuente del amor. De allí que si un cristiano quiere amar en serio a Dios, amar en serio a los hermanos, tiene que amarlo con el amor de Cristo que es causa y fuente de nuestro propio amor.

Esta es nuestra vocación pero también es nuestra misión.

Es un don de Dios pero también es trabajo y responsabilidad nuestra.

Se recibe la gracia pero también se implementa.

Se recibe el don pero también se lo integra, se lo hace efectivo, concreto y eficaz.
El único punto de partida, de referencia y de ayuda, es la presencia del Señor en su amor y en su gracia. La gracia socorre, nos ayuda, nos instruye y nos da fuerzas para que podamos superar toda dificultad.

En una sociedad que está bastante rota; familia, diálogo, mediaciones, instituciones, podemos aplicarlo a muchos en muchos sentidos, tenemos que volver a nuestra vocación primera y original: el amor de Dios en el amor a nuestros hermanos. Esto es posible con la fuerza y la intercesión del Señor
Que vivamos lo frutos de esta Pascua: es decir como resucitados.

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