El Cottolengo Don Orione celebró un nuevo aniversario al servicio de la comunidad

El «Cottolengo Don Orione- Sección Avellaneda» cumplió 78 años de vida y lo celebró el pasado 2 de julio con una misa celebrada por el Obispo de la Diócesis, Monseñor Rubén Frassia, y con una serie de actividades de las que tomaron parte no solo la gente del lugar, sino instituciones amigas.

Cabe destacar que la jornada también sirvió para festejar el 98º Aniversario de la congregación «Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad», encargada de los destinos de la Obra.

En ese marco, los presentes disfrutaron de teatro, coro, representaciones y murgas, entre otras cosas.

Con respecto al servicio que el Cottolengo le brinda a la comunidad, y en especial a los más necesitados, la Hermana Superiora Claudia Río explicó que «tenemos la atención del Hogar, con Centro de Día, para mujeres con algún tipo de discapacidad, aunque se ha hecho también una excepción y se han incorporado tres varoncitos».

«Normalmente, siguiendo el estilo de Don Orione, cuando se hacen las evaluaciones para el ingreso siempre vemos a aquel que tiene la necesidad. Tratamos de ser fiel al carisma y es difícil decir que no cuando la persona realmente lo necesita, no sólo desde el punto de vista médico», remarcó la Hermana.

Además, en la mayoría de los casos, se trata de personas que necesitan de un tercero, ya sea por su patología como por su avanzada edad.

En todos los casos, ingresan «vía juzgado» o por sus propias familias, las cuales llegan a un límite en la atención por no contar con los conocimientos o los recursos necesarios.

«Hay muchas chicas que ya tiene más de cuarenta años y eso implica que sus padres sean muy mayores y no pueden atenderlas como realmente necesitan», aclaró Patricia Sartorio, quien desde hace veinte años trabaja en el Cottolengo.
La obra de la congregación «Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad» está conformada por un Centro de Día y por cuatro hogares: «Itatí», «Guadalupe», «Don Orione» e «Inmaculada».

El «Itatí» está conformado por mujeres que son autoválidas y que, al poder manejarse solas, son las que por lo general participan de casi todas las actividades del Centro de Día.

«La mayoría son jóvenes, son las que más se recrean y colaboran como cualquier hijo puede colaborar en la casa», comentó la Hermana Superiora.

Por otra parte, el «Guadalupe» y el «Inmaculada» son muy similares en cuanto al grado de dependencia, aunque en este último predomina la población infantil.

«No son familias que hayan hecho a un lado a sus hijos, todo lo contrario. Vienen siempre a visitarlos pero no pueden tener enfermeros todo el día en su casa para ofrecerles la atención que necesitan», aclaró la Hermana Claudia.
El cuarto hogar, el bautizado con el nombre de «Don Orione», tiene un poco de cada uno de los anteriores. Hay gente dependiente y autoválida, aunque en dormitorios diferentes para una mejor asistencia.

Cabe destacar que todas las internas, por menor que sea la predisposición por las limitaciones físicas, participan de alguna manera de las actividades del Centro de Día porque, la variedad de servicios, es muy amplia.

«Son muy pocas las chicas que quedan en los hogares y no pueden concurrir a los distintos sectores –aseguró Patricia Sartorio- igualmente el kinesiólogo, el fonoaudiólogo, las enfermeras y psicomotricista trabajan allí para asistirlas».
En ese sentido, 96 internos reciben la asistencia de 82 profesionales, entre los que se encuentran un médico clínico, pediatra, psiquiatra, odontólogo (con consultorio propio), podólogo, neurólogo, especialista en músicoterapia y orientadoras, más el personal auxiliar.

«Acá, desde la Hermana Superiora hasta el que pone un clavo para que no se caiga una silla, son importantes», graficó Patricia Sartorio.

El Centro de Día
Además de los Hogares, el Centro de Día es uno de los puntos más importantes del Cottolengo, porque es donde las chicas trabajan en la estimulación, en el desarrollo de sus capacidades y también desde lo lúdico.

El profesor Diego Zotta, coordinador del Centro de Día, le explicó a La Ciudad que esta área funciona de lunes a viernes de 8 a 16 y permite que las residentes puedan desarrollar actividades en una variada cantidad de talleres, como por ejemplo educación física, manualidades, reciclado, cocina, cerámica, bolsas, baile y lectoescritura.

Además, participan del taller «Revista» en el cual arma su propia publicación denominada «Miradas a la Obra» y cuentan con un programa en Radio María todos los lunes a las 13, llamado «Las Croquetas».

«Educación Física se hace de manera grupal e individual, de acuerdo a las características de cada residente -comentó Zotta- porque se basa también en la rehabilitación o en el mantenimiento de funciones que con el tiempo van perdiendo».
En ese sentido, remarcó que las chicas más severas necesitan una atención personalizada, ya sea mediante kinesiología o terapia ocupacional, mientras que las que tienen más autovalimiento tienen actividades externas como natación, donde compiten con otras instituciones, o taller de mimo en Bernal.

«Además hay salidas de sociabilización, como ir al cine o al teatro, para que también se integren a la sociedad», destacó Diego Zotta.

«El Centro de Día les ofrece la posibilidad de desarrollar sus potencialidades y, sobre todo, compartir con los docentes, sentirse parte y tener un lugar de contención e integración», subrayó el coordinador del sector.

Financiamiento y proyectos
Las instalaciones del Cottolengo Don Orione se caracterizan por su colorido y limpieza, y por la calidez que cada ambiente aporta no solo por sus características sino por la gente que lo compone.

Para poder cubrir todos los gastos, el Cottolengo tiene convenios con PAMI y con el Programa Federal Incluir Salud, lo cual se complementa con la ayuda solidaria que aporta la sociedad.

«Hay chicas que no tienen obra social pero igual reciben el mismo servicio, no hacemos diferencias -afirmó la Hermana Superiora Claudia Río- de hecho el personal no sabe quién tiene obra social y quién no».

Por otra parte, la institución está abierta a que la comunidad se sume con donaciones de todo tipo, porque lo que no se usa en el lugar se vuelca a una feria para recaudar fondos.

Además, si alguna empresa se quiere acercar, las «Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad» tienen «en carpeta» una serie de proyectos para optimizar aún más el servicio que brindan.

Entre esas iniciativas, la Hermana Superiora detalló que uno de los objetivos es calefaccionar el salón (50m x 25m) donde se desarrollan las actividades de educación física y de recreación.

«Además los fines de semana este es un lugar de encuentro para las chicas», remarcaron en el Cottolengo.
En otro orden, destacaron la colaboración de la Municipalidad, pero al mismo tiempo le reclamaron a otros niveles mayor presencia en el barrio.

«El Estado también puede colaborar con otras cosas, como el mejoramiento de las calles, que en este caso dependen de Vialidad, porque a veces las ambulancias no quieren entrar», expresó Sartorio.

En tanto, consultada sobre la relación con los vecinos del barrio, la Hermana Superiora comentó que este año abrieron un oratorio con un grupito de treinta chicos de Villa Tranquila.

«Lo primero que hicimos fue abrirles las puertas porque antes solo venían a buscar el pan o facturas. Un día empezamos a invitarlos a pasar y para ellos fue una muestra de confianza», aseguró la Hermana.

«Pudieron entrar al Centro de Día, jugar, educarse -añadió- los chicos respondieron muy bien, porque al principio tenían algunos temores».

Otra de las actividades que liga al Cottolengo con el barrio es el Jardín de Infantes que funciona de forma anexa, donde 160 chicos concurren a las tres salitas, en dos turnos.

Veinte años en el Cottolengo
Patricia Sartorio llegó al Cottolengo hace 20 años en busca de trabajo y hoy, dos décadas más tarde, la institución se convirtió en su segundo hogar.

«Desde lo laboral siempre digo que para mí esto es un apostolado, mi segunda casa porque uno compromete otras cosa de su vida -expresó Sartorio- yo he criado un hijo a la par de haber criado chicas acá adentro».

«No podés dejar el trabajo e irte a tu casa, los problemas se llevan, se traen, se sienten y se sufren», enfatizó.
Por otra parte, remarcó el crecimiento desde lo edilicio y la impronta que las Hermanas le dan al lugar.

«La gente quizá piensa en el Cottolengo y se imagina un asilo, oscuro, pero las hermanas son jóvenes, se van renovando y van renovando también la casa -afirmó- la sociedad te exige, la comunidad te da, la providencia llega y las Hermanas tienen ese espíritu de cambio».

«Las familias ahora participan más que antes, pero también estos tiempos están más abiertos al tema de la discapacidad, se habla más y, si bien todavía no es inclusiva, se discrimina mucho menos», destacó Patricia Sartorio.