Conmemoraron en Sarandí el 33º aniversario de la quema de libros del Centro Editor de América Latina

Con una muestra itinerante y un show musical, durante el acto también se descubrió una placa recordatoria.

El Municipio de Avellaneda acompañó el miércoles 26 de junio al grupo cultural “La grieta” a cargo del acto realizado en Ferré, entre C. Larralde y Lucena, para conmemorar los 33 años de la quema de libros del Centro Editor de América Latina (CEAL), considerados “subversivos” por la Dictadura Militar.

Ante gran cantidad de vecinos, chicos del Envión de Sarandí y funcionarios municipales que se dieron cita en el lugar donde hace más de 3 décadas atrás se produjo la quema de más de cinco toneladas de ejemplares, el grupo musical “Fulanas trío” brindó un show musical.

Luego, Gabriela Pesclevi a cargo de La grieta, rememoró la historia del grupo cultural de La Plata y definió la muestra itinerante “Libros que muerden”, de libros infantiles y juveniles, como “una construcción colectiva”, que tiene la intención de “poner los libros a la mano y abarcar todos los sentidos”.

Seguidamente, la responsable de la Enciclopedia Joven quemada en su totalidad y hoy docente de la UBA, Amanda Toubes, recordó a la CEAL, dirigida por el editor Boris Spivacow, como “una locura de trabajo, pasión, discusión, risas y llantos”. Además, Toubes compartió su recuerdo de la quema con los presentes.

El 26 de junio de 1980, desde el depósito que la editorial alquilaba se trasladaron toneladas de libros en camiones hasta el baldío de Ferré, entre Larralde y Lucena, para ser quemados.

Por su parte, el secretario de Gobierno, Pablo Vera, reivindicó a los trabajadores del CEAL, y a los compañeros de La grieta por “su obstinación militante”.

Asimismo, manifestó su orgullo de “participar de un proyecto de país que empezó a recuperar la memoria, la verdad y la justicia”. Para finalizar, llamó a contar esta historia a muchos más para seguir haciendo memoria.

En el cierre, se descubrió una placa con el lema “Más libros para más. Porque la memoria está encendida” en la fábrica que hoy ocupa el baldío de la quema, como una manera de señalizar el lugar y dejar una marca para no olvidar la desaparición de libros.

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