Atahualpa Yupanqui, alma de la guitarra criolla argentina

Hoy se cumplen 115 años del nacimiento de Atahualpa Yupanqui, guitarrista, poeta y cantautor argentino considerado el “padre del folclore”. Su extensa obra musical fue recopilada por Carlos Martínez en un disco de seis volúmenes, quien nos habla acerca de su valioso legado.

Héctor Roberto Chavero, conocido artísticamente como Atahualpa Yupanqui nació el 31 de enero de 1908 en Campo de la Cruz, provincia de Buenos Aires. Hijo de un matrimonio de criollos, a los seis años comenzó a estudiar violín con el cura del pueblo hasta que se inclinó por la guitarra tomando clases con el maestro Bautista Almirón en Junín. Allí descubrió la música de Sor, Albéniz, Granados y Tárrega, y también las transcripciones para guitarra de obras de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach y Schumann.

Su seudónimo de Atahualpa nació de en 1913 durante un trabajo escolar en homenaje al último soberano Inca, y años más tarde le agregó el Yupanqui. La traducción de su nombre significa el que vino de lejanas tierras a contar; derivado de los siguentes términos quechuas: Ata “venir*, Hu “de lejos”, Alpa “tierra” y Yupanqui “contar”. En 1917 se mudó a Tucumán junto a su familia y a los 19 años compuso su popular canción “Camino del indio”. Durante su juventud, recorrió gran parte de la Argentina experimentando costumbres y sonidos que luego paslmó en sus composiones.

En 1931 se casó con su prima María Alicia Martínez que ya tenía un hijo de una pareja anterior y se radicaron en Entre Ríos donde nació su hija Alma Alicia Chavero. Un año después, Atahualpa tuvo que exiliarse fuera del país tras participar del fallido intento revolucionario en La Paz, Entre Ríos. Mientras que su esposa se trasladó a Junín donde dio a luz su segundo hijo, Atahualpa Roberto Chavero. Ya afinacada en Rosario, en 1936 nació Lila Amancay Chavero y al año siguiente se separaron.

Radicado en Tucumán, en 1942 conoció a la pianista Antoinette Paule Pepin Fitzpatrick apodada Nenette, nacida en Francia y formada musicalmente en nuestro país. Con Nenette se casó en Montevideo, tuvo a su último hijo, Roberto Chavero, y mantuvo una relación durante 48 años. Ella firmaba con el seudónimo de Pablo del Cerro, siendo coautora de 65 canciones de enorme éxito entre ellas las populares “El arriero” y “Luna tucumana”.

Debido a su afiliación al Partido Comunista, Yupanqui fue censurado en el país, por lo cual no pudo grabar, actuar en vivo ni en programas radiales. En ese tiempo, viajó a Francia para presentarse en París como invitado especial de ​la cantante Edith Piaf, y allí firmó contrato con la compañía discográfica Chant du Monde con la que publicó su primer LP en Europa titulado “Minero soy” con el que obtuvo el primer premio de mejor disco folclórico de la academia Charles Cros. En 1952, renunció al Partido Comunista y, en 1953, se levantó su proscripción, y volvió a grabar en forma sostenida y realizó numerosas presentaciones en Buenos Aires y el interior del país.

En la década del ’60 se consolidó en el ámbito internacional, ofreciendo conciertos en Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel, España y Francia donde finalmente se estableció. Si bien visitó esporádicamente el país, con el regreso de la democracia presentó varias obras en el famoso café concert y galería La Capilla. A lo largo de su carrera, tocó con innumerables músicos y compartió créditos con grandes compositores grabando más de 1200 canciones y cerca de 300 canciones registradas como propias. Además, como escritor publicó el libro “Piedra Sola” (1941) y la novela Cerro Bayo (1947) que inspiró la película “Horizontes de Piedra” (1956).

El escenario del Festival Folklórico de Cosquín (el más importante de Argentina) fue bautizado con su nombre en 1972; fue nombrado Ciudadano Ilustre en el Estado de Vera Cruz, México en 1973; fue condecorado por el Gobierno de Venezuela en 1978; fue nombrado Presidente Honorario de la Asociación de Trovadores de Medellín, Colombia en 1979; recibió el Diploma de Honor del Consejo Interamericano de Música de la OEA en 1983, el Premio Konex de Platino como autor de folklore en 1985, el Premio Caballero de las Artes y Letras del Ministerio de Cultura de Francia en 1986; el título de Doctor Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina en 1990, la distinción de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1991.

En 1989 creó la “Fundación Yupanqui”, en su casa de Cerro Colorado, refugio que el maestro utilizaba al regresar de sus giras por el mundo. Ese año Atahualpa fue internado en Buenos Aires por una dolencia cardíaca, pese a lo cual en enero de 1990 participó en el Festival de Cosquín. El 14 de noviembre de ese año murió Nenette, y a los pocos días Yupanqui cumplió un compromiso artístico en París. En Diciembre de 1991 se presentó en Buenos Aires, en el que sería su último concierto ofrecido en la Argentina.

Don Ata, como era llamado cariñosamente, falleció el 23 de mayo de 1992 en Nimes, Francia. Sus cenizas descansan en los jardines de su Casa Museo de Cerro Colorado, a la sombra de un roble junto a las de Santiago Ayala “El Chúcaro”, lugar donde también se exhiben sus libros, los puñales de su abuelo, ponchos, aperos y los regalos que le dio la gente en sus giras por el mundo.

Entrevista a Carlos Martínez: “Aquel que quiera lucir el alma, tiene que acudir a la obra de Yupanqui”

Carlos Martínez nació en la Ciudad Autónoma de Buenos y comenzó sus estudios de guitarra a los catorce años dedicándose por completo a la música clásica y folclórica. Se crió en un hogar donde se escuchaba permanentemente buena música. Dotado de un gran oído musical, su primer maestro fue Luis Gómez, a quien considera su guía y fuente de consulta permanente. En 1998 fue invitado por primera vez por Juan Falú al festival Guitarras del Mundo, participando de ese colectivo musical hasta la actualidad.

Después de años de un arduo trabajo de recopilación y transcripción, Carlos Martínez grabó Atahualpa Yupanqui. Obra completa para guitarra que comprende seis CD que el sello Acqua Records editó para el centenario del nacimiento del maestro con las composiciones propias y otra con las piezas ajenas que solía interpretar con estilo personal. En esta entrevista, Carlos Martinez habla acerca de este monumental trabajo discográfico rindiéndole tributo replicando su técnica a la perfección.

-¿Por qué eligió el repertorio de Atahualpa Yupanqui para realizar este disco tan extenso titulado Obra completa para guitarra?

-Llegó a mí un poco de casualidad la chacarera de “La Nadita” en un cassetito que tenía una abuela postiza. Fue el primer instrumental que escuché. Ahí me fui acercando a la guitarra y un gran hombre, mi maestro de guitarra, Don Luis Gómez me acercó a la obra Yupanqui y como compromiso me prometí en algún momento grabar aunque sea parte de la obra de Yupanqui. Allá por el año 1997 se dio que María Elvira Grillo hablara con la gente de Aqua. Y con un acuerdo que hicimos con Fernando Laviz, se grabó toda la obra integral de Don Atahualpa Yupanqui. Un compromiso que yo tenía en ese momento y compromiso que tengo ahora en transcribir a partitura toda esa toda obra fielmente como la tocaba Don Ata.

-¿Cuál fue el criterio utilizado para elegir las canciones?

-Al tratar de hacer una selección integral hubo que elegir todo lo que hubiera grabado Atahualpa Yupanqui. Es así como aparecen obras de Johann Sebastián Bach o Fernando Zor, que hay un preludio, también hay algún choro brasilero. Esas son las cosas medias inéditas de Don Atahualpa, gran amante de la música clásica también. Es así como junté y transcribí hacia la guitarra todo lo que él había tocado. Ese es el criterio prácticamente, tratar de hacer un integral. Todo lo que él había grabado en su vida, tratar de plasmarlo en estos seis discos.

-¿Cómo fue el proceso de transcripción?

-Prácticamente desde los catorce años que toco la música de Don Atahualpa Yupanqui, así que ya eso quedó. Es un trabajo que yo venía haciendo desde muy chico, así que en el año 2007 cuando grabamos esto, yo tenía gran parte de la obra de Don Atahualpa tanto en dedos como en algunas partituras y comprendía su lenguaje. Entonces como uno ya viene hace tantos años interpretando la obra de él, no fue complicado tener que grabar toda esa obra. Comprendía todo lo que fuera tocar su música y claro está, interpretarla.

-¿Qué puede decirnos acerca de la particular forma de afinación que utilizaba Atahualpa?

-La afinación de Don Atahualpa era muy personal. En algunas obras, como por ejemplo “Danza de la Luna” utiliza una afinación abierta, que es un Re menor abierto. Primera en Re, segunda cuerda en La, tercera cuerda en Fa, cuarta cuerda en Re, quinta en La y sexta en Re. Entonces queda como si fuera un Mi menor, nada más que un tono más bajo, queda el Re menor abierto. De esa manera puede tocar pentatónicamente sin ningún tipo de dificultad técnica. Y queda en la guitarra una armonía muy linda. Aparte él tenía un poco una costumbre muy personal de grabar con la guitarra con la afinación más baja. Realza los armónicos y le da cierta dulzura y belleza al sonido de la guitarra. Igualmente se nota que él según como se levantaba ese día, afinaba como se le ocurría o como le sonaba ese día la guitarra, son muy particulares las afinaciones de Don Atahualpa. Y en sus chacareras o gatos, hay algunas cosas que están, por ejemplo, la tercera en La, sexta en Re, para hacer alguna obra en tono mayor, en Re mayor o en Re menor. Y después también, la quinta en Sol y sexta en Re para tocar en Sol mayor o Sol menor, según la obra.

-Háblenos sobre la influencia de Antoniette Pepín Fitzpatrick (Nenette) en la carrera musical de Yupanqui

-Nenette realmente influenció mucho sobre la obra de Don Atahualpa Yupanqui. No tan solo acompañándolo en muchas de las obras que él compuso las letras, sino también en la parte musical. Sus obras más lindas para guitarra, justamente la que a mí me enamoró en algún momento, “La Nadita” era de Pablo del Cerro, seudónimo con el que firmaba Nenette. Ella era una gran intérprete de la obra de Bach, una gran pianista. Dicen que tocaba muy bien la obra de Bach y bueno ella colaboró con su creatividad en muchas de las obras instrumentales de Don Ata. “La zamba soñadora”, “La Nadita”, “Zamba del ayer feliz”, “Agua escondida”. Dos chacareras: “Don Emiliano”, que está dedicada a su nieto, y “La Paulita”, otra chacarera también de Pablo del Cerro. Ha sido ella una gran influencia. Él, creo yo, ha terminado de pulir toda su forma guitarrística, todas esas cuestiones hasta casi armónicas gracias a Nenette. Ha sido una gran ayuda Nenette a Don Atahualpa.

-¿ Cuál fue el legado que nos dejó Atahualpa?

-Don Atahualpa nos ha dejado un gran legado, no tan sólo poético sino también guitarrístico. Muchas obras instrumentales que no hacen falta que sean quizás muy elevadas técnicamente pero igualmente son elevadas. Y hay que tener cierta creatividad en lo interpretativo para poder interpretarlas en la manera en que realmente tienen que ser, porque si no se pierde eso de la guitarra criolla argentina. En sus arrastres, en todos sus glissandos, en la manera de interpretar la guitarra tan romántica y tan criolla a la vez. Un gran legado guitarrístico dejó Don Atahualpa. Lo que pasa que muchos se conforman con tocar una milonguita, una chacarerita, porque buscan quizás lucir otras cosas. Pero para aquel que quiera lucir el alma, tiene que acudir a la obra de Yupanqui.

-¿Alguna apreciación que quiera agregar y no esté contemplada en las preguntas anteriores?

-Simplemente decir que Yupanqui ha dejado una gran obra y quizás ha sido el que más pudo plasmar la guitarra criolla argentina. Él ha elevado la guitarra por medio de todo lo que él tenía como guitarrista, desde su técnica, de su manera de armonizar, desde su manera de conocer al hombre y diferentes paisajes de nuestro país, él ha dejado una gran obra. Hay obras que justamente no he grabado, “Huanacauri” por ejemplo, un tema andino que él recopiló en Perú. “La arrastradita”, una chacarera que no está grabada en ningún Long Play o soporte de grabación de venta comercial que llegó a mis manos por intermedio de un coleccionista, a través de una grabación particular. Y tantas obras que van quedando olvidadas. O grabaciones de radio, que en ese momento en que yo grabé los seis CD ,no estaban a mi alcance. Todo eso queda, lo he transcripto y van quedando como cosas. Y lo que uno trata es eso, de que toda esa obra de Don Ata no se olvide. Que siga permanente en los jóvenes y diferentes guitarristas que están ávidos de tocar esa música. Eso nos ha dejado Don Atahualpa. Es lo que puedo decir desde la guitarra.

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