Acerca del «Mono» Villegas

Escribe Luis Alposta.

A Enrique Villegas, pianista excepcional, de sólida formación académica, que ha sido reconocido como el más representativo y original cultor del jazz en nuestro medio, no sólo le sobraba talento musical sino también gracia y un irónico sentido del humor. Su inseparable amigo de la adolescencia, el Dr. Luis Adolfo Sierra, fue quien me contó esta anécdota.

Después de ser convocado para la revisación médica del servicio militar y declarado inepto, distribuyó entre sus allegados una increíble tarjeta personal que decía: “Enrique Villegas, sietemesino”. En este país -señalaba luego, burlonamente- es más importante ser sietemesino que obtener un título universitario.

Y otra más, que nos habla de su insobornable rebeldía: Su fama llegó hasta Estados Unidos, donde se lo consideraba uno de los mejores pianistas de jazz extranjeros.
El Waldorf Astoria de Nueva York, lo contrató para actuar, acompañado de contrabajo y batería, en el bar y en el lujoso restaurant del famoso hotel neoyorquino.

Villegas llegó a Estados Unidos el día antes del debut. Llevaba la idea de quienes serían sus acompañantes musicales. Y apareció momentos antes con un contrabajista negro (seguramente el mejor en esa especialidad instrumental). Negativa rotunda de la empresa: “Negros, no”. “Bueno -dijo resignadamente Villeguitas-. No debuto”. Y se fue. Al día siguiente se embarcó en un carguero y regresó a Buenos Aires.

La última vez que vi al “Mono” Villegas, fue la noche en que concurrimos juntos al Gran Rex para ver, escuchar y aplaudir de pie a otro negro genial que se llamaba Lionel Hampton.

luisalposta@fibertel.com.ar

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