Rattenbach pidió en 1975 la renuncia de “Isabelita” por su condición de mujer

El teniente general que realizó el informe sobre Malvinas le había pedido a la por entonces presidente que dejara su lugar “primero, por su sexo; segundo, por su sistema nervioso delicado”. También había planteado la necesidad de “limpiar al justicialismo” y de “vigilar la literatura, el teatro, el cine y la televisión”

“Nuestra gobernante actual no puede afrontar la crisis. Primero, por su sexo. Segundo, por su sistema nervioso delicado, que se debilita fácilmente ante esfuerzos prolongados, y tercero, por su limitada capacidad para desempeñarse con eficiencia en dicho cargo en momentos tan difíciles”.

La cita pertenece a al teniente general –ya por entonces retirado– Benjamín Rattenbach, quien durante una cena mensual que se organizaba en la peña El Ombú difundió su visión sobre “La Guerra Revolucionaria y la subversión” en los primeros días de noviembre de 1975. La destinataria del mensaje es la presidente María Estela Martínez de Perón, en el poder desde el 1º de julio de 1974 tras la muerte de su esposo.

Si bien por aquel entonces la portada de los principales medios nacionales se la llevaba la salud de la presidente –internada por una crisis vesicular– y la agonía del dictador español Francisco Franco –transitó un par de veces por el quirófano antes de morir–, el mensaje de Rattenbach no pasó inadvertido.

En sus ediciones del 5 de noviembre, los diarios Clarín (“El general Rattenbach pronunció severos conceptos al juzgar la actual situación política del país”) y La Nación (“Opina Rattenbach sobre la situación del país”) reprodujeron el mensaje. Incluso la prensa internacional había receptado el discurso, tal como se puede ver en la edición del jueves 6 de noviembre de ABC, de España.

“Nuestra gobernante, sin dudas, tiene la mejor voluntad para ejercer sus funciones, pero lamentablemente le faltan condiciones para ello. El grave peligro que se avecina, pues, para la Nación en los próximos tiempos, dado el clima de subversión que se está gestando –y esto no sólo por parte del marxismo sino también por otras tendencias– exige que se halle al frente del Gobierno una persona fuerte y sumamente capaz, para que pueda dominar ese peligro, evitar una nueva revolución –que no deseo y creo que debe evitarse a toda costa– y conducir al país a un estado de orden y tranquilidad que tanta falta le hace”, continuó Rattenbach en su mensaje en El Ombú.

Rattenbach le solicitó a la presidente que imitara al general San Martín, quien “renunció al cargo, mando y honores cuando creyó que la felicidad de los pueblos estaba por encima de su situación personal”.

“Repito una vez más que el clima que reina en el país exige tener al frente del Gobierno a una persona fuerte y altamente capaz para dominar la situación en caso de alteración del orden público”, exigía Rattenbach.

“Un peronismo limpio”
Ya en 1963, Rattenbach había firmado el decreto 2712 que concernía a “la presencia y actividades de las fuerzas antidemocráticas peronistas en la vida institucional del país”. Entre otros puntos, aquella norma preveía responsabilidades penales para quienes “hicieren de palabra o por escrito la apología del tirano prófugo o del régimen peronista o del partido disuelto por dec.-ley” (ver notas relacionadas).

Doce años después, y en calidad de “un ciudadano preocupado”, cuestionó el “cuadro lamentable” que presentaba el peronismo, “cuya primera consecuencia es que absorbe gran parte del tiempo del Poder Legislativo en tratar sus rencillas internas, y lo mismo sucede en el Poder Ejecutivo”, desarrolló.

Y explicó: “El país necesita un justicialismo limpio, sano y austero, para enfrentar con su ideología y mística al marxismo, porque si no mantenemos en alto ese tríptico representado por la soberanía, la liberación y la justicia social, que arrastra tanto a la masa popular a cooperar con el Gobierno, ésta se volcará sin duda al marxismo”.

Casi como si lo considerara “un mal menor”, Rattenbach indicaba que por el momento no había otra alternativa y por ello convocaba a que el Justicialismo le reabriera las puertas a los “hombres honrados y capaces que aún tiene y se hallan marginados para que salve su existencia”.

Parte de ese discurso estuvo orientado a las “fechorías de José López Rega” sobre las cuáles se preguntó: “¿Acaso es dable pensar que la señora (la presidente) protegió o colaboró en estas fechorías? De ningún modo, sería inconcebible”.

Apenas un día después, “Isabelita” difundió un mensaje por cadena nacional desde la clínica en donde estaba internada en el que enfatizó que no tenía previsto renunciar ni pedir licencia.

“Ejerzo la plenitud de mi poder presidencial con cabal conocimiento de los hechos que ocurren y de las medidas de gobierno que normalmente ejerzo. El país sufre una agresión interna y externa de terrorismo periodístico y de rumores difamatorios. El gobierno constitucional del pueblo volcará contra los responsables todo el rigor de la ley. También contra los funcionarios que no hayan cumplido o que no sepan cumplir con su deber”, fue parte de aquel mensaje.

Rattenbach y la cultura
Días antes de la cena en El Ombú, Rattenbach había publicado “Sobre el país y las Fuerzas Armadas”, un libro editado por Emecé que permite conocer un poco más sobre su ideología.

Al enumerar “los peligros que amenazan a la cultura argentina”, el teniente general retirado advierte sobre los aspectos que se deben considerar. Puntualmente, solicita “eliminar todo lo que se refiera a la pornografía”. Y, del mismo modo, “todo libro o escrito que pervierta la moral y las buenas costumbres, como por ejemplo, la glorificación del crimen, el empleo de drogas, el desenfreno sexual, etc. Aquí interviene la acción de la censura”.

Y sostiene: “Cuando un gobierno está resuelto a preservar a su pueblo de la corrupción que difunde muchas veces un arte degenerado, entonces no titubeará en sostener a aquella (la censura) e imponer sus dictados”.

Rattenbach observa que “el teatro, el cine y la televisión son otros tantos aspectos a vigilar”. En cambio, aclara que “la pintura y la escultura no ofrecen en este sentido mayores peligros, pero deben ser observadas también a los fines de la defensa cultural”.

“La moral también pertenece a esta materia –continúa–. Aparte de lo tratado anteriormente en ese aspecto al hablar de la literatura, teatro, etc., interesa vigilar nuestras costumbres, para que no sufran la influencia de degeneraciones extrañas”.

A cargo de esta “defensa cultural”, Rattenbach considera que debe estar el Ministerio de Cultura y Educación, con la ayuda del Ministerio del Interior, el de Salud y el de Relaciones Exteriores.

“En cuanto al Ministerio de Defensa Nacional, podrá concurrir con sus proposiciones y sugestiones derivadas de la planificación que realiza para el conjunto de la defensa nacional”, completó.

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