Los comerciantes de la línea A, entre las críticas a Macri y la incertidumbre por el cierre del ramal

Damnificados por el cierre que el gobierno de la Ciudad realizará por dos meses para cambio de las formaciones, quienes trabajan en los andenes dividen sus opiniones y pareceres entre las dos posturas.

Consultados por Télam, empleados de una decena de comercios que realizan su labor a lo largo del trazado de la centenaria línea, comentaron la incertidumbre que les genera el cierre y la poca o nula comunicación por parte de la concesionaria Metrovías o del Gobierno porteño.

“A nosotros no nos llamó nadie de ninguna parte, lo que sabemos es lo que se dice en los medios”, sostuvo Jorge que desde hace 30 años es encargado de una cafetería al paso en la terminal de Plaza de Mayo.

El comerciante dijo que, preventivamente, esta semana suspendió la compra de mercadería, pero aseguró que aun así, “habrá que tirar bastantes cosas, y lo peor, no sabemos qué pasará con el sueldo de los que trabajan”.

“Macri es un empresario y quiere sacar rédito de todo, pero para mí él no entiende nada porque es hincha de Boca”, dice Jorge, mientras sonríe acodado en el mostrador y señala un escudo de Racing que adorna el Local.

En la populosa estación Miserere, donde la Línea A hace conexión con el Ferrocarril Sarmiento y con la Línea H del Subte, el panorama es distinto ya que los locales ubicados en el vestíbulo seguirán funcionando normalmente.

Los encargados confirmaron que desde la empresa los convocaron hace pocos días para una reunión que se podría concretar a fines de esta semana, y se mostraron esperanzados de que el cierre de la línea no los afecte demasiado.

Sólo en la estación Perú, los comerciantes dicen haber concretado una reunión con Subterráneos de Buenos Aires (SBASE).

Al respecto, Ignacio, que atiende un poli-rubro, dijo que con el correr de los días “se fue despejando la incógnita inicial, ya que llamaron y pidieron datos para calcular el lucro cesante y los sueldos de los empleados”.

Sin embargo, dijo haber emprendido la tarea de la descapitalización, tratando de comprar la menor cantidad de mercadería posible y vendiendo a otros comercios lo ya adquirido.

“Uno quiere tener la esperanza de que esto mejore después del cierre, pero hasta que no lo reabran no se sabrá si valió la pena todo el trastorno”, concluyó.

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