La embajadora ante el Vaticano presentó sus cartas credenciales al Papa

Diplomática de carrera, María Fernanda Silva se convirtió en la primera mujer en ocupar ese cargo.

La embajadora argentina ante el Vaticano, María Fernanda Silva, presentó hoy sus cartas credenciales al papa Francisco, tras convertirse en la primera mujer en ocupar ese cargo.

“Fue una extraordinaria reunión de una hora y veinte minutos. Lo vi (al papa Francisco) muy pero muy bien”, planteó Silva en declaraciones a Télam luego de la audiencia, en la que recordaron al santo salvadoreño Oscar Árnulfo Romero, en el quinto aniversario de su beatificación decidida por Jorge Bergoglio.

Silva, designada en marzo pasado luego de haber obtenido el plácet en tiempo récord de parte de la Santa Sede, entregó sus cartas credenciales al pontífice durante una audiencia que mantuvieron este sábado en el Palacio Apostólico del Vaticano.

Tras ver a Francisco, Silva se entrevistó luego durante 50 minutos con el secretario de Estado, el cardenal italiano Pietro Parolin.

A mediados de mayo, Silva había tenido su primer encuentro con la diplomacia vaticana, al entregar la copia de las cartas credenciales al sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, monseñor Edgar Peña Parra.

Diplomática de carrera, la nueva embajadora ante el Vaticano fue la primera afrodescendiente en el servicio exterior argentino, al que ingresó hace tres décadas.

El próximo lunes, Silva participará de una misa en la Iglesia argentina de Roma, en su primera actividad como embajadora, para recordar la gesta patria del 25 de mayo de 1810, informó la diplomática a Télam.

La primera mujer en ocupar la embajada ante la Santa Sede en la historia de la diplomacia argentina ya estuvo como “número dos” de la representación entre 2014 y 2015.

Nacida en 1965, Silva tiene una larga experiencia en las sedes en Venezuela, Chile y Ecuador.

Silva, que es la primera afrodescendiente en llegar a embajadora, obtuvo la nulidad canónica de la Iglesia Católica porque su ex esposo decidió ordenarse como sacerdote. El entonces obispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, fue quien acompañó ese proceso.

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