Cinta del Tata Cedrón

El Cuarteto del Tata Cedrón, tocó en la noche del 12 de octubre, ante una sala llena en la Biblioteca Popular Veladas de Estudio Después del Trabajo

Conocí esa extraña casa cerrada cuando era muy pequeño. Siempre cerrada y extraña. En el frente se leía un cartel; Biblioteca Popular Veladas de Estudio Después del Trabajo. Mi papá me había contado que ese lugar era la biblioteca donde había aprendido el español rioplatense. La casa permaneció cerrada y sombría mucho tiempo.

La historia de mi papá adquirió entonces una forma fantástica. Me la contó muchas veces, como esas historias que nos gusta escuchar. En 1950 con diez años, llegó a Buenos Aires de la mano de su madre, ya que su padre había llegado a estas costas unos meses antes. Desde una Italia destruida por la guerra, partieron rotos para tratar de recomponerse en un extraño país llamado Argentina, tierra prometida. La tierra del trabajo, y la prosperidad.

El destino quiso, como ya dije que su padre viaje primero y se afincara provisoriamente con unos paisanos, luego ya con trabajo y alquilando una pequeña casita, pidió repatriar a su familia, pero la suerte mezquina como siempre hizo pasar un tiempo. Quebrado de afectos y en un sitio extraño no sabía cómo seguir. Del otro lado del océano su mujer revisaba diariamente las listas de embarque y no encontraba su nombre ni el de su hijo.

Así es que entonces un compañero de trabajo le dijo a mi abuelo; escribile a la Fundación, la Señora seguro que te va a ayudar. Escribió. Y el destino ya, tuvo que dejar de jugar. Una cosa es jugar con mortales y otra es meterse con Evita. La Fundación ordenó las cosas. Y su mujer y su hijo aparecieron primeros en la lista de embarque. Así pudieron reunirse los tres para empezar una nueva vida afincados en Piñeyro, Avellaneda.

El hijo, comenzó a querer hacer amigos para jugar en la calle, pero no era igual que en su tierra, los separaba algo que era imposible de sortear, el idioma. El tanito, como lo empezaron a llamar no hablaba español rioplatense y las burlas, crueles como siempre, lo hacían llorar. Hasta que un día, se le acerca una señora y le pregunta en su idioma, qué le pasaba y éste le contesta que lloraba porque no sabía hablar en argentino. No te hagas problema, le contesta, vení mañana acá a la vuelta, a la biblioteca Veladas y yo te voy a enseñar. Pero date cuenta que mañana vas a saber hablar dos idiomas el tuyo y el argentino.

Así, este muchacho, mi papá, conoció, la Biblioteca Popular Veladas de Estudio Después del Trabajo. Pasó el tiempo y en 1980, mi padre me dijo; Un grupo de personas que fueron socios de la biblioteca Veladas la están reabriendo, por qué no la vas a conocer. Yo tenía 18 años y era en plena época de la dictadura atroz. Fuimos con un amigo. Empezamos a colaborar y juntamos a otros amigos. Y así. Encontramos muchos libros que leímos con fruición. Muchos prohibidos. Y entonces un día alguien trajo un grabador de cassette. Última tecnología, aunque chiquito y bastante deteriorado sirvió para escuchar al Tata Cedrón y Raúl González Tuñón. Nos abrió la cabeza. Conocimos la voz de un músico que nos tocó todas las fibras y un poeta tremendo. Lo conocimos y supimos de él, y su familia. De su forzoso exilio y sus amigos, que también fueron nuestros. Cortázar, Patxy Andión, George Brassens, Foucault, Jean Paul Sartre, Paco Ibáñez; y entonces nos prometimos que un día cuando los vientos de la Patria cambiaran y pudiera volver del exilio, al Tata lo traeríamos a la biblioteca para que nos contara y cantara toda la música del tango, la poesía de sus poetas y los paisajes del antes, de hoy y mañana.

Y como lo prometido es deuda y los vientos de la Patria soplan nuevamente esperanza, le ganamos al destino, o se distrajo y lo trajimos al Tata con su cuarteto, que ante una sala llena de un público de rompe y raja, nos embriagó de sensibilidad.

Con músicos impecables, sabe construir desde la simpleza una catedral de sentimientos. Es imposible no recordar a un Buenos Aires del ´30, cuando canta el Tata, pero ese viaje va y viene en los arreglos exactos, donde el bandoneón nos transporta a una Ciudad de Buenos Aires actual y cosmopolita. En Chelo impecable, con sus notas alargadas nos hace resbalar en un torbellino embriagador.

El trabajo de la segunda guitarra, que empareja y empuja es especial para la milonga. La perlita es el acordeón a piano que gravita sobre el vals, es extraordinario. Además el Tata murmura en algunas canciones y empuja, extraordinario. Puesto en palabras lo importante, mas allá de la música que corona las letras de los poetas que canta y las suyas, son las historias, esas como las que me contaba mi papá, una y otra vez y siempre aparecía algo diferente. Los planetas se alinearon, los cielos se abrieron, la lluvia cesó y llegó el Tata a la Biblioteca Popular Veladas de Estudio Después Trabajo. La culpa la tuvo el destino. Nosotros acompañamos.
Ficha Técnica; Daniel Frascelli, Bandoneón; Josefina García, el Chelo impecable; Julio Coviello Guitarra y Acordeón; Tata Cedrón; Guitarra y Voz.

Marcos Magneschi
Presidente de la Biblioteca Popular Veladas
de Estudio Después del Trabajo

Crédito Fotos: Bruno Magneschi

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