Armando Allinghi: “En agricultura y zootecnia, Argentina siempre va a tener alternativas, porque somos grandes productores de alimentos”

El director Ejecutivo de CIAFA y egresado de la  Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora  compartió su visión sobre la actualidad de la industria de fertilizantes y fitosanitarios, el rol de las nuevas tecnologías y el valor de la formación profesional para insertarse en el mundo laboral.

Hacia dónde va la industria de fertilizantes y fitosanitarios, qué oportunidades y desafíos se presentan en un escenario global tan cambiante y cuál es el rol de los profesionales. Todo eso y mucho más analizó Armando Allinghi, director Ejecutivo de la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (CIAFA) y graduado de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (FCA-UNLZ), en el ciclo “Cosecha Propia”.

– ¿Cómo llegaste a estudiar en la facultad, cuándo lo decidiste? ¿Cómo fue tu comienzo y la relación con la UNLZ?
– 
Nací en Temperley y viví prácticamente siempre en la zona. Mis abuelos cultivaban, teníamos huertas, animales de granja, frutales y pasábamos mucho tiempo en ese lugar. En los últimos años de la secundaria, cuando uno empieza a ver qué va a estudiar, nunca tuve dudas de que mi orientación era hacia la agronomía, así que terminé estudiando en la Facultad de Ciencias Agrarias de Lomas de Zamora. Las opciones eran la UBA, la Universidad de La Plata y la Universidad de Lomas de Zamora. En ese momento había tres carreras, Agronomía, Zootecnia e Ingeniería Rural, así que después de escuchar algunos ingenieros que habían estudiado en Lomas, tomé la decisión en 1988 de ir también ahí.

Los primeros años teníamos materias más duras, como matemáticas y física, pero en verdad uno quería también entrar un poco más en materias más de la carrera. En las primeras clases debíamos recorrer el bosque, ir caminando, tratando de reconocer malezas. Éramos unos cuantos que teníamos vocación por aprender, así que armamos el Grupo Huerta y también estaba el Grupo Ombú.

– Interesante lo que planteas. ¿Eran grupos autogestionarios de estudiantes que buscaban hacer algo más allá de la cursada?
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Exacto, esto era por afuera, teníamos un pequeño predio donde podíamos hacer algunas algunas prácticas, bastante elementales pero eran interesantes a los fines de juntarse y empezar a relacionarnos con la agricultura.

– Pero muestra la voluntad de formarse, más allá de lo que te pueda dar la universidad.
– 
Esto es trascendente. Hoy por hoy los alumnos, además de la formación académica que da la facultad, necesitan ir generando valores propios que les permitan en un futuro, cuando sean ingenieros, tener algún diferencial para poder insertarse, y poder decir “hice una pasantía en el INTA mientras estaba cursando” o “realicé un curso de apicultura”, porque es importante ir buscando alternativas a la formación de grado. En definitiva, el día que uno se recibe, también lo hacen muchos otros ingenieros, hay bastante competencia, y lo que hay que buscar es ese plus para insertarse más fácilmente en el mercado laboral.

En aquellos tiempos hacíamos viajes de estudio, que para nosotros eran fundamentales. Me acuerdo haber realizado un viaje al noroeste, otro al sur, para ver distintas economías regionales. Acá (conurbano) estamos más rodeados por el sector hortícola pero hay otros cultivos, otras economías que también hay que conocerlas para ser un profesional con aptitudes para todas las producciones.

– ¿Hiciste cursos en el exterior o intercambios con universidades de afuera?
– 
Cuando estaba estudiando, era incipiente este relacionamiento con universidades de otros países. Hice una maestría más adelante en control de plagas y su impacto ambiental en la Universidad Nacional General San Martín en 1999.

Me recibí en 1995 y terminé mis últimas materias trabajando a través de una pasantía en lo que era la Junta Nacional de Granos en el Puerto de Buenos Aires. Hacíamos de perito clasificador de cereales, aunque no éramos peritos, pero sí colaboramos en la recepción de los camiones, en el proceso de evaluación de cómo vienen los granos, si tienen insectos, si había que mandar a controlar estas plagas, etcétera.

– ¿Cómo fue la inserción en el mercado laboral?
– Cuando me recibí, empecé a buscar trabajo y surgió una oportunidad en un organismo del Estado, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en el Centro Atómico Ezeiza. Ahí tienen una unidad de Aplicaciones Tecnológicas Agropecuarias. Trabajé nueve años como becario y, en el marco de mi trabajo en la CNEA, hice cursos en el exterior. Estuve en México, en Guatemala y después hice distintos cursos de capacitación, siempre orientado hacia lo que hoy es mi mayor conocimiento, la protección vegetal y manejo de cultivos, su sanidad, etcétera.

Mi trabajo, que fue público los primeros nueve años, fue fundamental en mi formación, estoy muy agradecido por esos años, y en paralelo, seguí vinculado con la facultad. Empecé como ayudante-alumno en Fisiología Vegetal y cuando me gradué en 1998, por mi formación pasé a la cátedra de Terapéutica Vegetal, que hoy es Protección Vegetal. Ese trabajo en el Centro Atómico de Ezeiza me permitió relacionarme con otros organismos del Estado como el Senasa y el INTA.

– Es interesante porque muestra alternativas de salida laboral para los alumnos que hoy están estudiando.
– Exactamente. En 2005 salí de la CNEA y pasé al sector privado, trabajando por tres años como coordinador técnico en CIAFA, la Cámara en la que trabajo hoy, pero ya como director ejecutivo. CIAFA nuclea empresas de fertilizantes y fitosanitarios. Luego pasé a una empresa que elabora y comercializa insumos fitosanitarios y ahí estuve ocho años.

– ¿Qué aportes te dio la facultad en esos años de formación inicial para tu trabajo actual?
– 
La facultad hacía esfuerzos muy importantes para que los alumnos podamos tener distintos tipos de capacitaciones y la verdad que me dio una muy buena formación. En mi camada, algunos tienen orientaciones en investigación, otros pasaron al sector privado y están en el área comercial.

– ¿Cómo ves hoy a la facultad?
– Hoy la facultad tiene una estructura, ha crecido mucho, con las distintas gestiones a lo largo de los años. Se ve que tiene relacionamiento con otros organismos, posee laboratorios, y está armando el campo experimental. Además te permite hacer una carrera, yo arranqué en 1992 como ayudante-alumno y desde ahí ininterrumpidamente hasta hoy doy clases en la cátedra de Protección Vegetal, como profesor adjunto por concurso.

– Hoy sos Director Ejecutivo en CIAFA. ¿Dónde está parada la industria y cómo está posicionada la Argentina en este mercado?
– 
La cámara está conformada por 64 empresas de fitosanitarios y fertilizantes y muchas tienen sus propias jornadas de capacitación, Buenas Prácticas Agrícolas o Agropecuarias para acompañar el camino hacia una producción sostenible.

En América, Estados Unidos, Brasil y Argentina son los principales productores de alimentos y siempre los productores agropecuarios argentinos son tomadores de tecnología. De hecho, la soja RR en el año 1996 es la que nos lleva a lograr las hectáreas que tenemos de soja y eso vino con un paquete tecnológico, más la siembra directa, etc.

Hay toda una tecnología que se puede ir complementando con otras, que ha permitido que la Argentina haya crecido en lo que es rendimiento y producción. Pero hoy la palabra clave es sostenibilidad. La sociedad lo tiene claro, lo impone y lo necesita. Esa sostenibilidad en la producción agropecuaria se puede dar de distintas formas, en cultivos orgánicos, en producciones con conservación, también hay un escenario distinto con la utilización de bioinsumos, que están creciendo a una tasa importante.

Respecto al uso de productos, hoy necesitas tener un profesional agrónomo recibido, con la matrícula al día y que esté inscrito en el colegio profesional para que pueda prescribir. Él es el responsable de esa aplicación, con lo cual la sociedad va avanzando junto a  la tecnología y los profesionales. Hay aplicaciones con drones, y tecnologías que permiten aplicar cuando hay una maleza y cuando no, no lo hace. Por supuesto, todavía son costosas, pero el conocimiento que hoy tenemos con profesionales que se van insertando en la realidad productiva, atendiendo a las cuestiones ambientales y sociales, nos permite que vayamos teniendo una producción distinta, con más conciencia.

– ¿Hoy estamos preparados para exportar productos a la Unión Europea o a Estados Unidos, que tienen regulaciones más duras?
– 
De hecho, exportamos a estos países pero las regulaciones son cada vez más exigentes. Entonces, la producción se tiene que ir adecuando a esas regulaciones. Si vos querés exportar a un país y este te impone límite de residuos de plaguicidas por ejemplo, obviamente, si quieres entrar a ese mercado, vas a tener que tener una producción acorde a eso.

En algunos casos hay certificaciones de producto y donde no hay los países pueden tener sus propias regulaciones que también aplican cuando entra la mercadería a ese país. En definitiva, hoy no es solamente producir sino hacerlo teniendo en cuenta los destinos o los mercados donde vas a enviar estos productos. O sea, tenés que tener una producción local con inocuidad para el consumo de la población en nuestro país, con los controles correspondientes que tienen los mercados concentradores, etcétera. Y para la exportación, hay que entender hacia dónde va a ir la producción y cuáles son las condiciones para que pueda ingresar en ese país.

¿Cómo está posicionada hoy la industria argentina en el plano regional y en el mercado global?

El récord de uso de fertilizantes en la Argentina fue en 2021, donde hubo 5,6 millones de toneladas de mercado. Cuando uno ve los datos, está clara la correlación que hay entre la utilización de fertilizantes y el aumento de los rendimientos. Entonces estas 5,6 millones de toneladas que vas a utilizar para la producción, te va a generar más rendimiento. Así y todo, la reposición de nutrientes, es decir lo que te extrae el cultivo versus lo que vos estás respondiendo, todavía sigue siendo baja. No estamos en la neutralidad, sino que tenemos que buscar mecanismos para mantener el equilibrio nutricional del suelo. Fueron 5,6 millones de toneladas en 2021, este año va a estar en 4,8 millones aproximadamente.

En Argentina hay empresas que producen fertilizantes, de hecho, hay una empresa que produce 1,2 millones de toneladas fertilizante nitrogenado (ProFertil), que está en Bahía Blanca. Es muy importante ese aporte de fertilizantes para la Argentina. Después hay otras empresas que hacen especialidades, y hay otras que hacen superfosfato simple, unas 500 mil toneladas. O sea que de los 5 millones de toneladas, el 80% es importado y el 20% de producción local. Este 20% puede crecer y es importante que se desarrolle.

En fitosanitarios, se da casi al revés. Tenemos mucha producción local, tanto de síntesis, es decir hacer el principio activo y después formularlo para venderle al productor, como de formulación local. La Argentina hoy por hoy tiene una producción local que debe estar en torno al 70% de lo que se usó. Se usa y se produce localmente, eso es un valor agregado muy importante porque es desarrollo local y trabajo.

– Sí, y agregó, en este momento no usas dólares, que es muy importante para el Banco Central.
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Es interesante tu comentario, porque ¿qué haces? ¿Traes un producto terminado o traes el principio activo para producirlo localmente y generar valor agregado local y empleo local? En lugar de usar dólares, es importante asignar esos dólares a materias primas que generan producción local, valor agregado local.

– ¿Hacia dónde va la industria, qué desafíos hay en 2024?
– 
En cuanto a tecnología, los procesos son muy rápidos, tanto en lo que es mejoramiento genético como en uso de insumos para el agro. En fitosanitarios y fertilizantes se están buscando bioinsumos, hay muchas orientaciones en investigación; también en mejoramiento de tipo de formulaciones de fitosanitarios, porque es muy difícil lograr moléculas nuevas, es muy costoso, lleva muchísimos años de desarrollo. Entonces muchas veces son activos ya conocidos, a los que se les mejora su formulación o los componentes de la formulación.

Lo mismo pasa en fertilizantes. Hay mucho desarrollo, vamos hacia una incorporación de mayor tecnología, fotos satelitales, conocer el campo. Un productor que posee un campo con una loma, media loma, un bajo, lo puede sectorizar, saber qué necesita el bajo, qué estrategia plantear ahí. La maquinaria hoy puede regular aplicaciones en un lugar, en función a un análisis de suelo se puede aplicar más o menos fertilizante, apuntando a tener mejor recurso suelo, proteger toda su capacidad productiva.

Lo interesante en este caso, es que Argentina está en el juego de los grandes países en esta materia, está en ese partido y hay recursos humanos capacitados, industrias e inversiones que permiten avanzar en este terreno.


Totalmente. En Argentina hemos tenido una sequía fenomenal que ha generado que tengamos 20.000 millones de dólares menos, y te estás jugando un partido importante. Entonces, si tenés condiciones, la tecnología te acompaña y también los precios internacionales de los commodities, de los productos que se exportan, y eso va a ser muy beneficioso para el país.

En todo lo que es agricultura y zootecnia, Argentina siempre va a tener alternativas porque somos productores de alimentos, indudablemente. Tenemos una potencialidad enorme.

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