Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Juan 14,1-12: “El camino, la verdad y la vida”.

Durante la última cena Jesús dijo a sus discípulos: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy”. Tomás le dijo: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.”
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”.

 
Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre.”

 

 

“El camino, la verdad y la vida”
¡Qué texto hermoso, donde Jesucristo se identifica al Padre y el Padre es una misma realidad con Jesucristo! Es evidente que Él ha sido enviado para nosotros como el camino, la verdad y la vida, tres elementos fundamentales. El camino es para caminar, estar en movimiento; Él es el camino donde nosotros, siguiéndolo, vamos a llegar a destino; ese camino no es un camino falso, es un camino verdadero por eso Él es la verdad y todo en Él es verdad. El Evangelio es verdad. Su doctrina es verdad. Sus mandamientos son verdad; por lo tanto, el que anda por los caminos de Dios tiene que andar y vivir en la verdad. Esa verdad no es abstracta es bien concreta. Tiene que entrar en nuestra vida; en las cosas, en el pensamiento, en las acciones, en las obras, en los hechos, en los servicios, en las funciones, en el trabajo, en la familia, en la sociedad, en la Iglesia.

 

Vimos el camino y la verdad. Ahora la vida, porque quien es creyente -el discípulo que cree en Cristo- es aquel que ha optado por la vida: ¡la opción es la vida!, su existencia, la existencia de Dios, la existencia de nuestros hermanos. De ahí que el creyente tiene que ser una persona entusiasta, alegre, íntegra, plena, vital. No tiene que ser un amargado, un entristecido, una persona apesadumbrada. ¡Tiene que ser una persona vital, porque todo lo que tocamos con Dios desde Dios tiene vida!

 

No somos las personas más desgraciadas ni desafortunadas. Somos las personas más interesadas por la existencia, por lo vital. Por eso queremos estar cerca de Dios, estando cerca de nuestros hermanos, los respetamos, los cuidamos, los atendemos. Porque el que tiene vida respeta la vida desde la concepción en el vientre materno; así con todas sus consecuencias.

 

El que obra en nombre de Cristo hará obras importantes porque Cristo está obrando. Y aún serán obras mayores ¿por qué? Porque Cristo está al lado del Padre e intercede permanentemente y nos cuida constantemente a cada uno de nosotros. Por eso podremos hacer obras mayores, porque Cristo está junto al Padre. Andemos con seguridad y no errantes; andemos con verdad y no en la ignorancia; vivamos la vida y no la maqueta, las pinturas que muchas veces quieren simular cuando no hay vida.

 

Pidamos a Jesucristo -que es el camino, la verdad y la vida- que podamos andar por estos lugares y cuando el Señor nos venga a buscar en el momento indicado, pasemos a la vida eterna, vivamos nuestra Pascua personal.

noticias relacionadas