Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 10,11-18: “El Buen Pastor nos ama… porque nos ama”.

 

Jesús dijo: «Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre».

 

El Buen Pastor nos ama… porque nos ama
Jesucristo es el Buen Pastor que nos ama en serio y como tal, establece un diálogo, una comunicación, una relación profunda con sus ovejas, es decir con cada uno de nosotros ya que nos ama entrañablemente. Y nos ama así como somos; como un verdadero pastor ama a una oveja, así sea flaca, gorda, buena, mala, con o sin defectos, enferma, sana.

Así Jesús nos ama a cada uno de nosotros; con defectos, con enfermedades, con fragilidades, con límites o con pecados. Nos ama porque nos ama y el motivo no es porque tengamos alguna condición especial o particular, sino que el motivo es el amor. Nos ama porque nos ama, con un amor de misericordia y predilección. Nos ama tiernamente a cada uno de nosotros y no nos discrimina, ni censura, ni juzga.

Ese amor lo lleva hasta las últimas consecuencias; corre la suerte de, no huye. El asalariado, el que no está comprometido, el que «no está metido en la cosa» y que a la primera dificultad huye, se escapa porque en el fondo «suelta la mano», no se comprometió y no corrió el riesgo con los demás.

En la vida, muchas veces nos puede pasar algo similar: cerramos la mano, cerramos el corazón, no nos metemos en nada, no nos complicamos la vida, somos indiferentes a todo, no nos sentimos parte de la humanidad, no cambiamos las cosas ni las modificamos, no hacemos lo que tenemos que hacer y también soltamos la mano y obramos no como el buen pastor sino  como el asalariado.

Cristo es consciente que viene no solo para algunos, o para muchos, sino que viene para todos; y de alguna manera ennoblece la condición humana. Todos deben ser beneficiados, con conocimientos o sin ellos, de la presencia de Jesucristo, el Buen Pastor, por eso nos dice: «Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.»

Finalmente dice «nadie me la quita, sino que libremente la doy», porque el amor es gratuito, no es una imposición, un decretazo, algo coercitivo, el amor es gratuito e implica libertad y verdad. Si hay libertad y verdad, hay amor. Pero si no hay libertad ni verdad, no hay amor.

Que Jesús, el Buen Pastor, nos enseñe a amar responsablemente nuestra vida, la de los demás y que nos ayude a vivir en plenitud.

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