Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Mateo 28, 1-10 – ciclo A: “¡Es cierto, es verdad, Cristo ha resucitado!”.

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Angel dijo a las mujeres: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán’. Esto es lo que tenía que decirles”. Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.

 

En Pascua, seamos lámparas encendidas
La fuerza del resucitado, en ella vemos cómo la obra de Dios es tan clave y tan importante. Por Cristo conocemos al Padre y conocemos al Espíritu. Esta realidad, de un solo Dios en tres personas distintas, es el misterio de la Comunión donde cada uno de ellos tiene una tarea, una misión específica: lo propio del Padre es crear, lo propio del Hijo es redimir y lo propio del Espíritu Santo es santificar.

 

Cristo es el misterio de Dios escondido y luego revelado que viene a dar la vida por todos nosotros: es crucificado, muere y resucita. Vemos que la propia acción de su resurrección está corroborada por el Padre. ¡El Padre resucita a su Hijo! Y ya el Hijo resucitado, con el Padre, nos envía al Espíritu Santo, que nos va a acompañar siempre. Así como hay una misión del Hijo, hay una misión del Espíritu.

 

Cristo vino a salvarnos, a redimirnos y el Espíritu Santo viene a santificarnos, a estar con nosotros y que vivamos como redimidos, resucitados, renovados, con nueva vida y no como miedosos, cobardes, huidizos, negadores, egoístas, infieles. ¡Es el Espíritu que da vida! En esta Pascua, pidamos vivir de la fuerza del Hijo, el resucitado; de la fuerza y de la luz del Espíritu que nos ilumina. Seamos una lámpara encendida y no tengamos una vida apagada.

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