Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 18,33b-37: «¡Que Cristo reine en nuestro corazón!»

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?». Pilato replicó: ¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?». Jesús respondió: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Entonces tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz».

 

«¡Que Cristo reine en nuestro corazón!»

Cristo es el Señor. El título de SEÑOR pasa a través del «siervo sufriente», del «cordero traspasado», de Aquél que vino a servir, de Aquel cuya realeza asume un aspecto importantísimo de reconciliación universal.

 

La realeza de Cristo, donde Él asume esa reconciliación universal -»Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»- no es olvido de las cosas, ni de la historia, ni de la memoria, sino al contrario porque sabemos que esa memoria también tiene que ser saneada y reconciliada. Y que esta obra de Dios se ha realizado derramando su sangre en la cruz. En la cruz Cristo nos redimió y su realeza es universal, tiene un gran poder «sobre todo» y «sobre todas las cosas.»

 

«Sobre todo» significa que Él está por encima de todo esto y todos nosotros tenemos que seguir administrando al Señor, que es el Señor de la vida y de la historia. Y «sobre todas las cosas» quiere decir que todas las cosas tienen que tener en cuenta su presencia, su carácter definido, lo humano y lo divino; que son cosas esenciales, pocas no muchas, pero profundas y que tienen que incidir en nuestra vida.

 

De allí el culto a la verdad, al amor, el servicio, la justicia, el respeto, la aceptación de lo diferente, la aceptación de aquellos que piensan distinto a nosotros, la tolerancia, el diálogo; ¡tantas cosas que tenemos que reconstruir! Ninguna realidad creada, ni todo ni de todos, escapa de su presencia.

¡Que Cristo Rey reine en nuestro corazón!

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