Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 6, 60-69: Vivir sin disfraces ni máscaras.

Después de escuchar las enseñanzas de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».
Vivir sin disfraces ni máscaras
Vale destacar un par de afirmaciones: la primera es que el don de la fe viene a todos; Dios no se lo da a uno si y a otro no, se lo da a todos; la segunda es que hay una gracia que se actualiza si uno lo permite, si no lo quiere la rechaza y la gracia no llega, no viene.

 

 

Notamos que Dios respeta nuestra libertad y nuestra aceptación, pero también respeta nuestro rechazo. Es así que en la aceptación y el rechazo Dios jamás nos trata como si fuéramos enemigos. Dios nos respeta y nos ama. Ama al que lo acepta y ama al que lo rechaza, porque el amor de Dios es incondicional. En la vida, en la sociedad o en la política, muchas veces la gente que disiente no es tratada como adversaria sino que es tratada como enemiga y eso no está bien.

 

Afirmamos que frente a Cristo hay libertad y que esa libertad tiene que crear en nosotros una actitud de responsabilidad. En este Evangelio algunos dijeron «es duro este lenguaje», ¡y claro que es duro!, porque para ser cristianos y pertenecer al Pueblo de Dios sabemos que nuestra vida es una lucha y una conquista. No es una pasividad.

 

Muchas veces confundimos los términos y las reacciones. Por ejemplo se escucha decir: «yo quiero ser cristiano, quiero ser creyente», o se dice «yo soy del Papa, soy de la Iglesia, voy a ver a Francisco, lo visito, me saco una foto, estoy con él, ¡qué bárbaro esto, que bárbaro lo otro!» Pero eso exige un compromiso y una continuidad, de lo contrario es algo fugaz. Y todos sabemos que los encuentros fugaces son superficiales.

 

Es importante saber que el trato que Dios tiene para con nosotros -y que nosotros tenemos con los demás- tiene una relación vinculante. Si tengo la gracia de ir a ver al Papa Francisco, ¡tengo que ser más coherente!, ¡más cristiano!, ¡más humano!, ¡más creyente! Pero algunos dicen «¡ah no!, ¡ya tengo la foto y ahora está todo bien!» ¡De ninguna manera!

Fe y Vida – Fe y Compromiso, porque es el espíritu que nos sigue dando la vida, y la carne –es decir lo externo- no sirve para nada. Dice Jesús: «las palabras que yo les dije son espíritu y vida»

 

Que el espíritu y la vida de Dios, en nosotros encuentren vida y no una caricatura más. En la vida hay que vivir sin disfraz y sin máscaras; hay que vivir plenamente en lo humano, en lo cristiano y en el compromiso para con los demás.

 

El mensaje es fuerte pero nosotros queremos quedarnos con el Señor, como dijo Pedro «¿a dónde vamos a ir? Tú tienes palabras de Vida eterna.»

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