Paredes que hablan

En los últimos años, con un fuerte impulso del municipio, Avellaneda se ha convertido en una potente expresión del muralismo. Un arte popular que embellece la ciudad, educa y crea conciencia. Escribe Florencia Podestá.

Necesitamos del arte para vivir mejor nuestros días. Ese arte que no sólo embellece y hace más soportable la existencia, sino también que educa y crea conciencia.

 
Así lo entendieron los precursores del muralismo latinoamericano: las obras debían salir de los museos para que el pueblo pudiese apropiarse de un proceso que marcaría para siempre los horizontes culturales de nuestra América.
En la actualidad se experimenta en Avellaneda una transformación, que como marca de época, exhibe un potente surgimiento del arte que es una expresión de nuestros tiempos. Manifestaciones que se ven plasmadas en las cientos de paredes de la ciudad convertidas en escenarios de pintadas múltiples donde el cuidado del medio ambiente, la memoria, la política y el art pour art conviven en un entramado de signos y colores.

 
El muralismo en Avellaneda es un fenómeno que en estos últimos años sorprende a los habitantes de la ciudad con su avasallante potencia. Cada vez más calles son testigos de un proceso que va en aumento. Desde alegres pájaros multicolores, pinturas que hablan de la ecología urbana, hasta la representación de personas que marcaron nuestra historia, todo queda contenido en un paisaje que no deja indiferente a quienes transitan por él.

 
En los últimos años, el arte muralista y sus diferentes puestas en práctica fue revalorizado desde la gestión municipal mediante concursos, muestras en toda la ciudad, cursos dictados en el Instituto Nacional de Artes Plásticas, exposiciones, además de diferentes estrategias de participación que generó la Universidad Nacional de Avellaneda.

 
El arte le dio vida a una ciudad donde abundaban colores apagados y tristes. El gris que daba cuenta del desmoronamiento de un pasado industrial cedió su lugar a una paleta de verdes, rojos, amarillos, azules que hablan del presente de un territorio vivo y con ganas de expresarse.

 
La gestión de Hugo Carusso, al frente de la Secretaría de Cultura, Educación y Promoción de las Artes, ha tenido una importancia fundamental a la hora de poner en marcha el embellecimiento de Avellaneda. Pero no ha sido el único: la Universidad Nacional de Avellaneda, Centros Culturales, organizaciones barriales, agrupaciones políticas, todos contribuyen para contar historias, brindar diferentes perspectivas y disputar sentidos.

 
La experiencia del mural que en Sarandi retrata a Azucena Villaflor, ejemplo de lucha incansable por los Derechos Humanos o aquel que se encuentra frente a la Sede Universitaria España 350 de la Universidad Nacional de Avellaneda, son solo una muestra de las múltiples expresiones de quienes trabajan para recrear una identidad móvil, en continuo cambio.

 
Los artistas de Avellaneda coinciden en la necesidad de apropiarse de los espacios para expresarse y compartir sus creaciones con los vecinos. Muchos de ellos sostienen que el arte es un modo de militancia y sus murales impregnan en la ciudad aquello que no quiere que sea nuevamente silenciado.

 
En muchos casos las paredes son cedidas mediante permiso municipal, en otros son trabajadores de la misma Municipalidad quienes crean diferentes pintadas. Pero también hay muchos artistas independientes que se ofrecen para decorar persianas, puertas y paredes de diferentes locales.

 
El arte ocupa las calles y socializa sus manifestaciones para revitalizar con su estridencia al primer cordón del Área Metropolitana.

 
Arte callejero de estética variopinta. Manifestaciones de una cultura exenta de mercantilismo y que acerca a los vecinos las posibilidades de expresión con creatividad y sin censura.

 
Florencia Podestá
Estudiante de la Licenciatura en
Periodismo de la UNDAV, en práctica
preprofesional en Diario La Ciudad

mflorenciapodesta@gmail.com

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