Marcelo Baldonedo en La botica del Ángel: el pibe que sigue soñando

Compartió el escenario con colegas de la música y amigos de la vida.

Por fuera de los circuitos comerciales y de una difusión mediática siempre arbitraria, existen muchos músicos de calidad que prefieren tocar en locales pequeños y compartir el escenario con amigos para hacer lo que les gusta, sin hacer concesiones. Marcelo Baldonedo es un ejemplar representativo de esta fauna que, afortunadamente, se resiste a la extinción.

 
Pianista, compositor, arreglador y docente, Marcelo dirigió el Instituto de Música de la Municipalidad de Avellaneda durante 25 años. Y como buen vecino del Partido, tiene «el corazón mirando al sur».

 
El pasado 5 de junio eligió un lugar mágico de Buenos Aires, La Botica del Ángel, para presentar su espectáculo El pibe del sueño, un título inspirado en El sueño del pibe, el célebre tango de temática futbolística. Una referencia nada casual, porque en él conviven dos pasiones, la música y el fútbol: fuera de los escenarios, Marcelo es La voz del Estadio de Arsenal de Sarandí.

 
De ahí que prologue su show con esta autodefinición: «Soy aquel que como tantos soñó llevarla atada a la zurda, recorrer ese imaginario camino al cielo antes de entrar al área y darle con el empeine al rincón de las ánimas (…) pero el destino me cambió la red por un pentagrama y los botines Sacachispas blancos y negros, por las teclas del mismo color».

 
El pianista supo mixturar equilibradamente géneros e influencias musicales con las personalidades de sus invitados. Hizo brillar en su teclado versiones de tangos clásicos como A don Agustín Bardi, de uno de sus referentes, Horacio Salgán, y también composiciones propias, como el hermoso vals La novia, la emotiva Dos bellezas, dedicada a sus hijos, o Huella digital, inspirado en su otro referente pianístico: Keith Jarrett.

 
A partir de allí, fue compartiendo el escenario con colegas de la música y amigos de la vida. Una muy joven Geraldine Trenza Cobre cantó un tema con letra propia, Sinvergüenza; Patricia Malanca le puso garra tanguera a El último café; Rafael Varela hizo La Trampera, de Troilo; Sandra Márquez se le animó a un tema difícil de Spinetta, Vida Siempre; Marcelo Boccanera cantó con voz potente La última curda; y Miriam Barros optó por la conmovedora Nuestro Balance, de Chico Novarro.

 
La poesía también estuvo presente, en las voces de Luis Longhi, recreando a Cortázar; y del propio Baldonedo, leyendo un poema de Alejandro Urdapilleta.

 
Hacia el final, antes de que el pianista de Sarandí pusiera la cereza de la torta con su hermosa versión de Over the rainbow, la voz fresca de Mariel Merino interpretó dos temas con música de Baldonedo: Jirón, poema de Mónica Mazzini y Pero tengo un perro, un aire de milonga al que el músico califica como su «declaración de principios».

 
Marcelo, como el equipo de sus amores, no tiene una hinchada populosa, pero sí muy fiel. Y al igual que su club, hace tiempo que juega en 1ra. Pero no en la cancha, sino en el escenario, donde sabe tirar centros, jugar en equipo y hacer golazos.

Fernando Marinelli

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