Lola Mora: música andina en la Iglesia

Escribe Antonio J. González.

Fue la escultora del monumento a Nicolás Avellaneda inaugurado en la Plaza Alsina en 1913. Era una obra cargada de desencuentros, discusiones y reclamos que casi siempre tenían como protagonista a la díscola y controvertida artista. Lola Mora vuelve de Roma en agosto de 1912 con una parte de las esculturas del monumento. Luego de salvar algunas dificultades fiscales con la comisión que se había formado para este proyecto, un mes después llegan a la plaza Alsina para comenzar a completar la obra. Dejan superadas las agitadas controversias producidas entre aquella comisión y la escultora por el pago de gastos de la Aduana.

 

El arquitecto José Oldani –amigo de Lola- está a cargo de la dirección de la obra en la plaza, junto con «una bella y elegante mujer, de 36 años de edad, que presencia con atención los detalles de la pesada y laboriosa tarea» cuenta el hijo del arquitecto. Es Lola Mora que controla la obra de cerca. El arquitecto comenta con ella el trabajo de sus obreros y le expresa: «Tengo especial interés en hacerle conocer el gran órgano de nuestro Templo…» Lola, una entusiasta de la música, acepta y se dirigen al templo en construcción bajo la dirección del mismo arquitecto.
La inquieta artista está interesada en escuchar ese instrumento musical que elogiaba Oldani. «Ya allí, en el coro, donde se encuentra el órgano –relata el hijo del arquitecto- Lola Mora contempla, con curiosidad los elementos que lo componen, mientras Oldani se ubica en el taburete y el padre Ayrolo lo pone en funcionamiento». Los especiales sonidos de este instrumento resuenan en la sala como música excepcional, «…una obra mística, cuyas sonoridades se difunden entre las naves y cúpula del Templo. Lola Mora, cerca del órgano, señala con un «buenísimo» los últimos acordes del preludio, felicitando al arquitecto por su ejecución y al padre Ayrolo por el magnífico instrumento con que cuenta la Iglesia».
Comentan entonces «la amistad que une a la Reina de Italia, Margarita de Saboya, con Lola Mora y la afinidad de ambas en música», entonces invitan a Lola a que interprete algo en el órgano. «No se hace rogar –continúa la crónica- y antes de comenzar les explica en breves palabras que lo que va a interpretar es una canción de los coyas en procesiones que, con motivo de Navidad, se realizan en Valle de Trancas, provincia de Tucumán, del cual es oriunda». «Surge de inmediato del órgano, una música distinta, emocional, de particular acento, de raigambre aborigen, que en el silencio de la Iglesia se hace mística, dentro de la sencillez de su melodía y por la grandiosidad que le imprime Lola Mora con los diversos matices de los registros que va utilizando», marca el relato del hijo del arquitecto Oldani.
Toda una experiencia única para la Avellaneda de la primera década del siglo Veinte, mientras afuera de la iglesia se daba comienzo al montaje de la obra que sufriría otros inconvenientes, roturas y refacciones pero que termina inaugurándose el 8 de junio de 1913.

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