Francisco criticó la cultura del “ganar cueste lo que cueste”

El Pontífice lamentó también el culto que se le rinde “al poder, a la apariencia y a la superioridad”. Fue durante la homilía en la misa por la Solemnidad de la Epifanía en la Basílica de San Pedro al rememorar el episodio de los Reyes Magos.

“La nostalgia de Dios es la actitud que rompe aburridos conformismos e impulsa a comprometernos por ese cambio que anhelamos y necesitamos”, aseguró Francisco.

“Como actitud contrapuesta, en el palacio de Herodes, que distaba muy pocos kilómetros de Belén, no se habían percatado de lo que estaba sucediendo. Mientras los magos caminaban, Jerusalén dormía. Dormía de la mano de un Herodes quien lejos de estar en búsqueda también dormía. Dormía bajo la anestesia de una conciencia cauterizada. Y quedó desconcertado”, agregó Francisco.

“Tuvo miedo. Es el desconcierto que, frente a la novedad que revoluciona la historia, se encierra en sí mismo, en sus logros, en sus saberes, en sus éxitos. El desconcierto de quien está sentado sobre su riqueza sin lograr ver más allá. Un desconcierto que brota del corazón de quién quiere controlar todo y a todos. Es el desconcierto del que está inmerso en la cultura del ganar cueste lo que cueste; en esa cultura que sólo tiene espacio para los ‘vencedores’ y al precio que sea”, criticó el Obispo de Roma.

Y agregó: “Un desconcierto que nace del miedo y del temor ante lo que nos cuestiona y pone en riesgo nuestras seguridades y verdades, nuestras formas de aferrarnos al mundo y a la vida. Y Herodes tuvo miedo, y ese miedo lo condujo a buscar seguridad en el crimen”.

“Esos son los esquemas mundanos, los pequeños ídolos a los que le rendimos culto: el culto al poder, a la apariencia y a la superioridad. Ídolos que solo prometen tristeza, esclavitud y miedo”, finalizó.

Tras la celebración, el Pontífice se prepara para bautizar el domingo a los hijos de trabajadores del Vaticano en la Capilla Sixtina y para recibir el lunes 9 a las 10.30 locales (6.30 de Argentina) al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede para darles el tradicional mensaje anual con el que el Vaticano traza las líneas principales de su política exterior.

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