AVELLANEDA Y SUS PRIMERAS VECES

El primer cuerpo de Bomberos Voluntarios de Avellaneda

Escribe Mariano Fain.

Una de las actividades mas desinteresadas, abnegadas y merecedora de un reconocimiento social mucho mas grande que el que posee es indudablemente la de bombero voluntario, aquí una cuota de su historia local como humilde homenaje.

 

El sábado 27 de noviembre de 1897 se acuerda la creación del cuerpo de Bomberos Voluntarios de Avellaneda, separándose éste del de “la Boca del Riachuelo”.

 
Aquel él de la Boca había sido el primer cuerpo de Bomberos del país, “la Sociedad Pompieri Voluntari Della Boca” había sido creada bajo la presidencia de Julio Roca a mediados de 1884, algunos de los argumentos esgrimidos en aquella oportunidad fueron:
“Ciudadanos: una chispa podría desarrollar un voraz incendio que reduciría a cenizas nuestras habitaciones de madera. Tenemos necesidad de una Sociedad de Bomberos que en los momentos de peligro salve nuestros bienes y nuestras familias.”
Justamente la primera acción en la que debieron intervenir los flamantes bomberos fue en un incendio acaecido en una fábrica de velas en Barracas al Sud en noviembre de 1885. (Lo que implica decir que el primer incendio oficialmente sucedido y extinguido de la Argentina tuvo lugar en la actual Avellaneda).

 
Doce años después de aquel suceso se realizaba en el Teatro Roma la reunión donde se decidiría la escisión y conformación de la nueva entidad,Lo hace con el nombre de: “Sociedad Cosmopolita de Bomberos Voluntarios y de Primeros Auxilios de Barracas al Sud”. Su primer Comisión directiva estuvo conformada por el vecino Manuel Ramella en carácter de Presidente, Vicente Ghio como Vice-Presidente; Santiago Bottaro Tesorero; Nicolás Paez, Secretario, Antonio Ghiavenna, Prosecretario yFrancisco Cardona, Esteban Chiara, Enrique Garobbio, Luis Calcagnino, Alfredo Borlasca, Faraón Delfino, Santiago Corti, León Camus Y Andrés Arriaran como vocales.
Expresando en el acta fundacional que “aún cuando no se cuente por el momento con elemento suficiente lo tendremos con el tiempo” y también que “ el espíritu predominante en el vecindario que es esencialmente localista y por otra parte sería una ofensa al pueblo de Barracas creyéndolo incapaz de fundar y sostener un cuerpo de Bomberos Voluntarios”.
Las motivaciones mas importantes para el surgimiento de esta institución local fueron muy bien explicadas en el libro deDurán Fermín:” Esentonces cuando, ante el crecimiento industrial y edilicio de nuestro Partido, un grupo de hombres caracterizados de nuestra sociedad, preocupados por las pérdidas que ocasionaban los siniestros que se producían en la ciudad, los cuales debían esperar para su extinción, la llegada de los Bomberos Voluntarios de la Boca, provenientes de la Capital.Este cuerpo contaba únicamente para su traslado al lugar del hecho, con carromatos tirados por caballos y, como es de imaginar, la distancia a recorrer en aquellos tiempos —con calles de tierra y adoquinadas algunas—, hacía que cuando aquéllos llegaban al lugar del hecho, el fuego había consumido todo.”
Al tener que tomar la decisión de buscar el espacio mas apto para la ubicación del cuartel, se evaluaron dos posibilidades:
El espacio donde hoy se encuentra la Escuela N°1 en Mitre al 700 o el predio de Ameghino 772 (en ese momento Saavedra). Finalmente se optó por ese último que es desde ese momento el Cuartel Central de Bomberos de Avellaneda.

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El primer bombero muerto en actividad

El primero muerto de tan noble institución local fue Manuel Raposo quién perdió la vida en un siniestro el 30 de octubre de 1936.

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Los bomberos en nuestro país

Hasta mediados del siglo XIX no existía aquí cuerpo de bomberos propiamente dicho.
En tiempos de Rosas, cuando se producía una “quemazón” (como entonces se decía), los vecinos de la casa incendiada salían a la calle al grito de ¡fuego!, que de boca en boca llegaba hasta la iglesia más próxima, en la que se echaban las campanas a vuelo.
Los serenos y agentes de policía montada se dirigían entonces al punto del incendio, arreando de paso cuanto carrito aguatero encontraban en su camino y haciendo a la vez una requisa de baldes entre el vecindario.

 
Todos los que andaban por los alrededores eran igualmente utilizados en la extinción del fuego, viéndose así frecuentemente a elegantes jóvenes, de guante y corbata blanca, manejando, jadeantes y sudorosos alguna de las pesadas bombas o acarreando sendos baldes de agua.

 
En 1866, el jefe de policía don Cayetano Mones Cazón, eligió entre sus agentes, diez de los que le parecían más aptos para el caso, con los que formó un pequeño cuerpo que denominó de “vigilantes bomberos”.
Con tal reducido personal y el deficiente servicio de agua, que había que traerla desde el río, o de los pozos o aljibes de las casas vecinas, no es de extrañar que más de una vez, los bomberos llegasen tarde, esto es, cuando ya todo se hallaba reducido a cenizas, o cuando la hoguera había asumido tales proporciones que era inútil toda tentativa de lucha.

 
Cada vez que se producía un caso de éstos, la prensa y el público en general, ponían el grito en el cielo, hasta que finalmente surgió la idea de crear un cuerpo de bomberos voluntarios.

 
Y es así que en el mes de enero de 1872 el joven Bartolomé Mitre y Vedia, que regresaba de un viaje efectuado a Norteamérica, donde había observado el accionar de los jóvenes voluntarios; plantea “… la creación de una compañía de bomberos voluntarios” (…) llegando a formar un cuerpo de cincuenta ciudadanos que se comprometieron a ejercer dichas funciones.
Se dictó un reglamento extenso y severo, que establecía los derechos y obligaciones de sus asociados, quienes entre otras tenían que prestar servicio de guardia por turnos, quedando permanentemente dos al cuidado de la única bomba, que con fondos recolectados habían podido comprar. Todos debían concentrarse en determinado punto, abandonando sus casas y ocupaciones, tan pronto las campanas de la iglesia anunciasen un incendio. Los domingos debían concurrir a la plaza para hacer ejercicios y simulacros de incendio, a fin de completar su preparación para el servicio.

 
Pero, resultó que con el tiempo el entusiasmo se fue enfriando, debido también a la falta de apoyo oficial y a los escasos elementos con que podían contar, este primer cuerpo de bomberos voluntarios tuvo que disolverse y, por una de esas ironías del destino, sus relucientes cascos fueron a parar al Hospicio de San Buenaventura, siendo lucidos por los internados en los días de visita.

 

 

 

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Mariano Fain

mariano.fain@elhistoriador.com.ar

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