Dr. Amor y La Nueva Condal, dos históricas farmacias de barrio en Wilde y Piñeyro

Dos firmas que llevan décadas atendiendo la salud de los vecinos de la zona.

Hay rubros que no son nada fácil de manejar o atender, y algunos de los más complejos son los relacionados con la salud, por tal motivo, las farmacias que perduran por muchas décadas en actividad son casos realmente particulares.
Es el caso de la farmacia “Dr. Amor”, ubicada en Avenida Belgrano 5801 de la ciudad der Wilde, que desde enero de 1942 provee de medicamentos a los vecinos de la zona. Su fundador fue el farmacéutico y bioquímico Jorge Hugo Amor, el cual a los dos años de inaugurar el comercio tuvo una hija llamada Susana Beatriz, quien continuando la tradición familiar, se convirtió hace varios años en la actual directora técnica de la farmacia.

 
Pero Susana no se encuentra sola en la tarea de continuar con el legado de su padre, ya que su marido – desde hace 48 años – Jorge Fernández Martiri (73) y su hijo Pablo la ayudan en la atención del comercio fundado por su padre.
“Esta querida farmacia es gran parte de nuestra familia. Susana se crió entre frasquitos y cajas de remedios, toda su vida estuvo vinculada a este rubro”, contó Jorge. Y Pablo no se queda atrás, ya que pasó gran parte de sus 41 años entre los mostradores de la “vieja y conocida Dr. Amor”.

 
“Pablo es la tercera generación que maneja el local y lo hace de taquito. Por suerte, es muy buena persona y profesional y que él se haga cargo de la mayoría de las cosas de la farmacia, nos deja muy tranquilos y seguros”, agregó Martiri, quien se desempeñó como médico cirujano en el Hospital Fiorito.

 
Sin embargo, se podría afirmar que este 2015 es un año de transición para “Dr. Amor”, ya que este año seguramente, Pablo quede definitivamente al frente del local para que sus padres puedan descansar. “A mi mujer y a mí nos está costando ocuparnos totalmente del lugar, por eso es que de a poco Pablo se está cargando todo en sus hombros, y sabemos que lo hará muy bien, como lo hizo su abuelo y su madre”. aseguró Martiri.

 
Mientras tanto, en la otra punta de Avellaneda, más precisamente en Piñeyro, está desde hace más de un siglo la farmacia “La Nueva Condal”, un histórico comercio de la zona abrió sus puertas, aproximadamente en 1910 (es imposible establecer con exactitud en qué fecha fue inaugurada ni quién fue su fundador) y hasta el día de hoy sigue atendiendo a todos los clientes del barrio.

 
Más allá que no se tengan datos ciertos de los creadores de La Nueva Condal, la persona que estuvo al frente de la farmacia entre 1953 y 2001 fue el recordado Victorio De Rosa, a quien no hay un solo vecino que no lo recuerde con una sonrisa y gesto de agradecimiento.

 
“Era el médico de barrio, todos venían a verlo, a consultarle de todo. La verdad que era una persona muy querida y le gustaba mucho hacer el bien y honrar su trabajo”, contó orgullosa su hija Norma, quien sigue siendo vecina del local.

 
Luego, entre risas, Norma recordó: “La farmacia era un consultorio constante; no paraba de ingresar y salir gente. Lo venían a buscar a toda hora y de todas partes”. Como el caso de Susana Amor, Norma De Rosa también se crió entre mostradores y laboratorio: “Yo nací al poco tiempo que mi papá compró el local, entonces toda mi vida estuve vinculada a los medicamentos y trabajé varios años junto a mi padre. Fue una época hermosa que recuerdo todos los días”.
Actualmente, aunque “Don Victorio” (como lo llamaban los clientes) haya vendido la farmacia en 2001 y fallecido en 2010, no pasa un solo día sin que la gente no lo nombre. “Varias personas, especialmente la gente mayor de edad, te nombra que Victorio le aplicó alguna medicación o les recetó algo que todavía consumen o que les consiguió algún medicamento particular. Todos los hacen con cariño y recordándolo de muy buena manera”, contó Silvia Giusti (48), actual dueña del comercio.

 
“Desde hace años mantenemos la confianza de la gente que se retiran del comercio bien asesorados. Saben que vienen y tienen una atención muy particular y profesional, como el que posee la farmacia desde hace añares. Además, a pesar de que ahora hay cientos de marcas de remedios, como lo hacía Victorio, sigo ofreciendo varios preparados de medicamentos, que al cliente les resulta eficaz, se retira confiado y, encima, le sale más económico”, relató Silvia, muy satisfecha con poder continuar con esa línea y lograr ese vínculo con la persona, “más allá de cliente y vendedor”.

 
Así es que Avellaneda, en sus dos extremos (Wilde y Piñeyro), sigue teniendo esas típicas e históricas farmacias “de barrio”, donde el vecino se acerca, consulta, confía y encuentra la atención que necesita.

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